La mayor ironía que vive el país es que su inédito despegue económico no esté acompañado del Estado y de las instituciones democráticas capaces de sostenerlo en el tiempo. Ello expone a nuestro 'boom' de crecimiento a una apuesta frágil e incierta. Las experiencias de Corea del Sur, Singapur y Malasia nos recuerdan que los tropiezos que tuvieron y aún tienen para consolidar sus instituciones democráticas no los han llevado a perder la fortaleza de su Estado. Lo que no tienen en un plato de la balanza lo tienen en el otro.
Chile, una vez volteada la transición de la dictadura a la democracia, retornó a su tradicional escrupulosa atención del Estado y de sus instituciones democráticas, articuladas algunas de ellas en la Concertación. No de otra forma se explica su influyente posición de plataforma económica y financiera en este lado del mundo.
Aquí nos estamos preguntando hace rato qué hacemos con las "instituciones democráticas", sin duda cercanas a los formulismos y a la informalidad, pero a su vez tan lejanas de una representación válida y de un comportamiento maduro ahí donde ostentan delegaciones de poder sumamente decisivas. Igualmente nos estamos preguntando todo el tiempo qué hacemos para construir Estado ahí donde no lo tenemos, ahí donde deberíamos estar tendiendo articulaciones y concertaciones en lugar de estar cediendo a confrontaciones innecesarias y a provocaciones radicales, cuyas consecuencias se extienden del gobierno al resto de la sociedad.
Siga leyendo la opinión de Juan Paredes Castro editor general del diario El Comercio de Lima
Chile, una vez volteada la transición de la dictadura a la democracia, retornó a su tradicional escrupulosa atención del Estado y de sus instituciones democráticas, articuladas algunas de ellas en la Concertación. No de otra forma se explica su influyente posición de plataforma económica y financiera en este lado del mundo.
Aquí nos estamos preguntando hace rato qué hacemos con las "instituciones democráticas", sin duda cercanas a los formulismos y a la informalidad, pero a su vez tan lejanas de una representación válida y de un comportamiento maduro ahí donde ostentan delegaciones de poder sumamente decisivas. Igualmente nos estamos preguntando todo el tiempo qué hacemos para construir Estado ahí donde no lo tenemos, ahí donde deberíamos estar tendiendo articulaciones y concertaciones en lugar de estar cediendo a confrontaciones innecesarias y a provocaciones radicales, cuyas consecuencias se extienden del gobierno al resto de la sociedad.
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