Es imposible un mayor naufragio político. En manos de sus propios partidarios, esos congresistas republicanos que han reventado la votación del plan de rescate de las finanzas arruinadas. George W. Bush ha intervenido públicamente en tres ocasiones en apenas una semana para apoyar la aprobación del plan de su secretario del Tesoro Henry Paulson. Nadie le ha hecho caso, ni siquiera en su partido. Su apelación al miedo, invocado en términos sombríos, amenazantes, de nada ha servido. Este nuevo fracaso que se añade a la lista inacabable de esta presidencia desenfrenada viene a lastrar, además, al candidato republicano hasta un punto difícil de calibrar.
John McCain anunció la suspensión de su campaña electoral para dedicarse a salvar la economía de su país. Rubricó junto a Obama el plan de salvación que ahora la Cámara de Representantes acaba de rechazar. Participó en el primer debate televisivo con el candidato demócrata sin apenas entrar en detalles sobre las dificultades del plan de salvación. Y regresó a la campaña sin darse cuenta de la desautorización que empezaba a tejerse en Washington para hacer saltar esa aportación de 700.000 millones de dólares al sistema financiero quebrado.
Obama sólo sale un poco mejor parado que McCain, pero también su imagen sufre de la división con que los demócratas han abordado el plan: unos lo han destruido porque no quieren un Gobierno intervencionista y en el lado opuesto los otros lo han boicoteado porque consideran injusto que el Gobierno salve a quienes han abusado de la confianza pública. Aun en distintos grado, el resultado de esta votación es penoso para ambos candidatos. Demuestra que la crisis de liderazgo de la que Bush es el máximo exponente también les afecta a ellos. Es una auténtica crisis americana.
Pero cuidado, esta jornada negra no ha sido precisamente plácida para los europeos. El temporal ya pega en nuestras costas y está llevándose por delante un banco aquí, otro allá, y otro más acá. Algunos se persignan. Otros sonríen con suficiencia: "yo ya lo decía". Otros más lo observan con estoica paciencia: ¿a qué viene ahora extrañarse sobre la honda verdad de las historias bíblicas?. Las vacas flacas llegan a Europa porque antes llegaron las gordas y anduvieron paciendo una eternidad en nuestros prados hasta engañarnos a todos. Creíamos que se habían instalado con nosotros para siempre y eran las mismas que poblaron el sueño de José.
Antes de empezar con los lamentos, sin embargo, hay que seguir mirando a la otra orilla del Atlántico, donde Wall Street se desploma al hilo de la falta de líderes políticos y de la indisciplina política. Todo está a la deriva cuando los barcos naufragan, empezando por esa campaña electoral errática que encara la recta final de la forma más accidentada posible.
Fuente: Artículo del diario El País de España
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