Sólo el paso del tiempo dictaminará si lo que arranca esta noche en Washington es un proceso de dimensiones históricas o una nueva sucesión de cumbres retóricas abocada al cubo de la basura de la memoria colectiva. La posibilidad de una reforma real del sistema financiero cuenta esta vez con un aval poderoso: la recesión, que ya golpea a los países ricos, y obliga a los Gobiernos a reaccionar. El apremiante mandato de esa recesión es lo único claro en una cita llena de incógnitas.
Los líderes de las economías avanzadas y emergentes integrados en el G-20 deben dar respuesta a problemas de calado y urgencia muy distintos. El brusco deterioro económico reclama iniciativas públicas concretas, inmediatas y coordinadas para ayudar a familias y empresas. La crisis impone también una amplia reforma en la regulación de los mercados financieros.
El formato de la cumbre es inédito y, a 24 horas de su inicio, aún se discutía cómo intervendrá cada país y cómo se formalizarán los acuerdos. Una improvisación muy marcada por el hecho de que la cita la organiza un Gobierno de EE UU a la defensiva y con los días contados. Los titubeos de la Administración de George W. Bush, alimentados por su tradicional alergia al multilateralismo y su fecha de caducidad (dos meses), se mezclan con la urgencia de adoptar medidas globales ante un sistema financiero malherido. La primera alegría de la cumbre vino ayer de Wall Street, que saludó el evento con una inesperada subida del 6,67%, tras un meteórico final de sesión.
- Libre mercado contra regulación. Estados Unidos concede que se deben desarrollar normas para mercados de productos financieros derivados, hasta ahora apenas regulados. Pero las palabras de Bush ayer dejan bien claro que no quiere ir demasiado lejos. "La crisis no se debió a un fallo del sistema de libre mercado, y la respuesta no debe ser una reinvención de ese sistema", afirmó el presidente de EE UU. La vaguedad y el limitado alcance de las propuestas estadounidenses contrasta con la opinión mayoritaria en Europa, simbolizada por el líder francés, Nicolas Sarkozy. "Hacen falta nuevas reglas de juego", sostuvo la semana pasada.
Siga leyendo el artículo del diario El País de España
No hay comentarios.:
Publicar un comentario