El 31 de diciembre de 1958 comenzó en La Habana como una víspera de Año Nuevo poco animada, un reflejo la tensión y la inestabilidad del momento. En ese momento explotaban bombas de vez en cuando en los cines y la policía, tratando de aplastar la insurrección, detenía y registraba a la gente con frecuencia en la calle.
Tratando de evitar problemas, la mayoría de los cubanos celebraron en casa. Ese año muchos de los que se convertirían en los máximos líderes políticos y cívicos de Miami eran adolescentes que se quedaron en casa con sus padres, quienes temían dejarlos salir a festejar.
Fidel Castro estaba en la Sierra Maestra preparándose a atacar la ciudad de Santiago mientras negociaba con los jefes del Ejército y estuvo dictando memorandos toda la noche. El médico y rebelde argentino Ernesto Che Guevara acababa de derrotar al Ejército en Santa Clara, y Raúl, el hermano menor de Castro, estaba a punto de tomar la ciudad oriental de Guantánamo.
Castro no sabía que el dictador Fulgencio Batista había pasado ese día reuniendo dinero y alertando a sus amigos en preparación para abandonar el país. Los generales trataron frenéticamente de encontrar un nuevo presidente antes del mediodía.
"Es como cuando se acerca un huracán: ‘Tengo que comprar esto y hacer esto otro' '', dijo Roberto Fabricio, ex periodista de The Miami Herald, quien junto a John Dorschner, reportero de The Miami Herald, escribió en 1980 el libro Winds of December (‘‘Vientos de diciembre''), un recuento de los últimos días de Batista.
"El huracán había llegado''.
Hace 50 años comenzó un nuevo capítulo en la historia de Cuba: el Ejército, cansado, no quería seguir apoyando a un régimen impopular. Las fuerzas rebeldes ganaban victorias importantes mientras los generales negociaban en secreto con Castro. Cuando Estados Unidos le suspendió la ayuda militar, Batista se encontró en la posición de un dictador derrotado en medio de ríos de sangre.
Casi siete años después de tomar el poder en un golpe militar, era hora de que Batista, quien dominó la política cubana durante tres décadas, renunciara. Batista reunió a sus amigos en una discreta fiesta la víspera de año nuevo en el Campamento Militar de Columbia, en las afueras de La Habana, donde reveló su decisión de huir sólo a sus asesores más cercanos.
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Tratando de evitar problemas, la mayoría de los cubanos celebraron en casa. Ese año muchos de los que se convertirían en los máximos líderes políticos y cívicos de Miami eran adolescentes que se quedaron en casa con sus padres, quienes temían dejarlos salir a festejar.
Fidel Castro estaba en la Sierra Maestra preparándose a atacar la ciudad de Santiago mientras negociaba con los jefes del Ejército y estuvo dictando memorandos toda la noche. El médico y rebelde argentino Ernesto Che Guevara acababa de derrotar al Ejército en Santa Clara, y Raúl, el hermano menor de Castro, estaba a punto de tomar la ciudad oriental de Guantánamo.
Castro no sabía que el dictador Fulgencio Batista había pasado ese día reuniendo dinero y alertando a sus amigos en preparación para abandonar el país. Los generales trataron frenéticamente de encontrar un nuevo presidente antes del mediodía.
"Es como cuando se acerca un huracán: ‘Tengo que comprar esto y hacer esto otro' '', dijo Roberto Fabricio, ex periodista de The Miami Herald, quien junto a John Dorschner, reportero de The Miami Herald, escribió en 1980 el libro Winds of December (‘‘Vientos de diciembre''), un recuento de los últimos días de Batista.
"El huracán había llegado''.
Hace 50 años comenzó un nuevo capítulo en la historia de Cuba: el Ejército, cansado, no quería seguir apoyando a un régimen impopular. Las fuerzas rebeldes ganaban victorias importantes mientras los generales negociaban en secreto con Castro. Cuando Estados Unidos le suspendió la ayuda militar, Batista se encontró en la posición de un dictador derrotado en medio de ríos de sangre.
Casi siete años después de tomar el poder en un golpe militar, era hora de que Batista, quien dominó la política cubana durante tres décadas, renunciara. Batista reunió a sus amigos en una discreta fiesta la víspera de año nuevo en el Campamento Militar de Columbia, en las afueras de La Habana, donde reveló su decisión de huir sólo a sus asesores más cercanos.
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