Millones de norteamericanos -y el resto del mundo que les vende, les presta y les compra- han sufrido este año un duro apretón económico, la crisis de las hipotecas y la debacle de Wall Street. Fue tan severo el golpe, que prácticamente definió las elecciones de noviembre a favor del demócrata Barack Obama y ha servido para anuncios sobre la muerte del neoliberalismo y la resurrección del Estado interventor.
Por esto, a nadie causó sorpresa que este lunes se haya declarado oficialmente que Estados Unidos ha estado en recesión desde diciembre del año pasado. La primera potencia se suma así a los quince países de la zona euro y Japón que forman el nada envidiable grupo de las grandes economías mundiales en aprietos.
Resuelta la cuestión de si la crisis se había convertido en recesión, siguen en disputa las potenciales profundidad, extensión y duración del actual ciclo económico negativo. Los doce meses oficiales de la recesión la convierten en una crisis más larga que las sufridas por Estados Unidos en el 2001 y en 1990-91. Si los indicadores de la situación económica no mejoran para abril, las autoridades estadounidenses estarían enfrentado la peor crisis desde la Gran Depresión de los 30.
El anuncio del lunes tumbó la Bolsa de Nueva York en 7,7 por ciento: la cuarta caída más drástica desde que el índice Dow Jones se creó en 1896. A la volatilidad de los mercados -la Bolsa subió 3,31 por ciento ayer- se suman los más dicientes indicadores de la actividad económica norteamericana que vienen de capa caída. Este viernes se sabrán las nuevas cifras de desempleo, que está en 6,5 por ciento y se espera que aumente. Los índices de actividad manufacturera han caído a su punto más bajo desde 1982, y en el año de recesión oficial los mercados han perdido un 37 por ciento de su valor. Por otra parte, el consumo, clave generador de dinamismo económico en el país, cayó en el tercer trimestre y posiblemente caerá más en el último de este año. En otras palabras, como diría el nuevo premio Nobel de Economía, Paul Krugman, típico de una "economía de la depresión".
Siga leyendo el editorial del diario El Tiempo de Bogotá, Colombia
Por esto, a nadie causó sorpresa que este lunes se haya declarado oficialmente que Estados Unidos ha estado en recesión desde diciembre del año pasado. La primera potencia se suma así a los quince países de la zona euro y Japón que forman el nada envidiable grupo de las grandes economías mundiales en aprietos.
Resuelta la cuestión de si la crisis se había convertido en recesión, siguen en disputa las potenciales profundidad, extensión y duración del actual ciclo económico negativo. Los doce meses oficiales de la recesión la convierten en una crisis más larga que las sufridas por Estados Unidos en el 2001 y en 1990-91. Si los indicadores de la situación económica no mejoran para abril, las autoridades estadounidenses estarían enfrentado la peor crisis desde la Gran Depresión de los 30.
El anuncio del lunes tumbó la Bolsa de Nueva York en 7,7 por ciento: la cuarta caída más drástica desde que el índice Dow Jones se creó en 1896. A la volatilidad de los mercados -la Bolsa subió 3,31 por ciento ayer- se suman los más dicientes indicadores de la actividad económica norteamericana que vienen de capa caída. Este viernes se sabrán las nuevas cifras de desempleo, que está en 6,5 por ciento y se espera que aumente. Los índices de actividad manufacturera han caído a su punto más bajo desde 1982, y en el año de recesión oficial los mercados han perdido un 37 por ciento de su valor. Por otra parte, el consumo, clave generador de dinamismo económico en el país, cayó en el tercer trimestre y posiblemente caerá más en el último de este año. En otras palabras, como diría el nuevo premio Nobel de Economía, Paul Krugman, típico de una "economía de la depresión".
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