martes, diciembre 30, 2008

Hamás o el reto de gobernar una franja de miseria



El Serrallo de Gaza, el edificio que ya fuera ocupado por militares británicos e israelíes, está en ruinas. Un bloque de la Universidad Islámica, varias mezquitas, el Ministerio del Interior, decenas de comisarías, inmuebles e instituciones que el Gobierno de Hamás iba construyendo paso a paso han sido derruidos por los bombarderos israelíes.

Es un varapalo tremendo para el movimiento islamista palestino. Le costará remontar. Desde el 14 de junio de 2007, Hamás gobierna la franja tras expulsar a las fuerzas policiales y militares leales al presidente Mahmud Abbas, que hicieron todo lo posible para derrocar al partido vencedor en las elecciones de enero de 2006. Ha sido un año y medio de esfuerzos del Gobierno de Ismail Haniya para cumplir unos objetivos que sólo podían ser modestos. Poco han conseguido. Pero tal era la gravedad del caos antes de la toma del poder en la franja de Gaza, que ciertos logros sí son apreciados por la población.

El primero: la seguridad en las calles. Los matones y los tipos armados -a saber de cual de las facciones palestinas- pululaban por las ciudades a sus anchas. En la cúspide del enfrentamiento entre Hamás y Fatah, en mayo y junio de 2007, los milicianos de ambos bandos se apostaban en los tejados de decenas de edificios del centro de la ciudad para dirimir a balazos la grave fractura política que todavía persiste. Casi nadie salía de su casa durante aquellos días.

De golpe todo cambió. Nadie dispara ahora al aire ni en bodas ni entierros; las patrullas son las de la policía; la gente sale a pasear y a cenar a alguna terraza en el Mediterráneo -poco más se puede hacer-; los asaltos a comercios son cosa del pasado y ningún cooperante o periodista occidental ha sido secuestrado bajo el mando de este Gobierno. Grandes carteles instan a los ciudadanos a acudir a comisarías y juzgados para resolver sus litigios. Se les promete atención y educación. Lo corrobora Ahmed, un hombre recién casado que detesta a Hamás, pero que admite que el trato dispensado en las comisarías y el afán de los funcionarios por resolver los problemas es encomiable.

Afronta Hamás la tarea de gobernar con una plantilla que derrocha entusiasmo pero que carece de experiencia, como han puesto de manifiesto las huelgas orquestadas -todavía hoy se mantienen- por la Autoridad Palestina que gobierna Cisjordania. Jueces y funcionarios de justicia fieles a Fatah abandonaron sus trabajos siguiendo instrucciones del presidente, Mahmud Abbas. Cobran sus salarios a condición de rechazar toda colaboración con el Ejecutivo de Haniya. Lo mismo hicieron muchos profesores de escuela, que se sumaron a la huelga, y los médicos. Aunque en este caso, son muchos los que afirman que no dejarán morir a gente por seguir las directrices de Fatah.

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