"Tengo mucho miedo: cada vez que tomo este camino sólo Dios sabe qué va a pasarme. A muchos compañeros los talibanes los han matado o secuestrado, entre ellos a mi primo". Habla Haji Buzarg, uno de los camioneros paquistaníes que transportan contenedores con suministros para la OTAN. Como Burzag, el resto de conductores son altos, de complexión fuerte, gente curtida en los caminos.
"Tengo mucho miedo: cada vez que tomo este camino sólo Dios sabe qué va a pasarme. A muchos compañeros los talibanes los han matado o secuestrado, entre ellos a mi primo". Habla Haji Buzarg, uno de los camioneros paquistaníes que transportan contenedores con suministros para la OTAN. Como Burzag, el resto de conductores son altos, de complexión fuerte, gente curtida en los caminos. No parece gente que pueda tener miedo de cualquier cosa. Pero mirando en los almacenes de Peshawar (al noroeste de Pakistán), donde se acumulan los contenedores para el suministro de las tropas de la OTAN en Afganistán, se entiende fácilmente su temor. Hay cientos de contenedores quemados en medio de un cementerio de camiones y vehículos blindados humvee destrozados tras un ataque de los talibanes. Sólo quedan restos de metal retorcidos por los cohetes y un intenso olor a caucho quemado que desprenden las ruedas de los vehículos, convertidos ahora en un cadáver con esqueleto de metal. Dos camioneros murieron en el ataque. En total, seis han perdido la vida desde comienzos de mes tras el recrudecimiento de las hostilidades.
"Cada uno de estos camiones con suministros es nuestro objetivo. La OTAN y Estados Unidos están transportando todo lo necesario, incluido el armamento, para matar a nuestra nación, a nuestros niños". Así expresa sus razones con voz furiosa, en un inglés entrecortado, por teléfono desde un lugar desconocido en las montañas, Muslim Khan, representante de los talibanes en Pakistán.
Para los camioneros las cosas son mucho más simples. "¿Qué podemos hacer sino trabajar? Somos muy pobres y ésta es la única forma de ganarnos la vida. Tengo una deuda y tengo que pagarla", explica Buzarg. Su trabajo no es demasiado lucrativo: unas 30.000 rupias (272 euros al mes). "Con el precio del diésel tan alto a causa de la inflación, cuando llegamos a casa casi ya no tenemos nada de dinero", dice, mientras intenta tapar un agujero en su tradicional salwar kameez. Aunque modesta, esta vestimenta tribal le da un aspecto solemne. Los camioneros no saben lo que transportan porque les dan los contenedores sellados. "Llevamos todo lo necesario para la vida de las tropas, desde comida, hasta toallas o televisores, pero también hay armas", según fuentes de las compañías transportistas.
Entre el 70% y 80% de los suministros, incluyendo el combustible, para las tropas de EE UU y la OTAN en Afganistán llegan por tierra desde Pakistán. La gran mayoría proceden del puerto paquistaní de Karachi y luego son transportados por tierra hasta Peshawar, desde donde continúan hacia Afganistán por el legendario paso de Khyber. Normalmente, los envíos llegan en tres días, pero tras el recrudecimiento de la violencia un convoy puede tardar hasta diez días a causa de las paradas que tienen que hacer los camioneros en los sucesivos puestos de control.
"En esta carretera estamos completamente a merced de los talibanes", cuenta otro camionero, Shahid Khan. Hay otro paso por tierra hacia Afganistán, el que lleva de Queta a Kandahar. Todavía no es tan peligroso como el paso de Khyber, pero se teme que los ataques golpeen pronto esta zona.
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