jueves, enero 08, 2009

El imperio ausente

La próxima ronda es para la paz. Las noticias atroces que llegan de Gaza parecen desmentirlo, pues son combustible para el serpentín violento que calienta la región, ese círculo vicioso que buscan los terroristas, y que lleva a descender siempre un peldaño más hacia los infiernos. Pero la guerra lanzada por el Tsahal apenas tres semanas antes de la toma de posesión de Barack Obama como presidente de Estados Unidos, se explica precisamente porque estamos en puertas de un nuevo ciclo político de obligada eficacia en la zona. A pesar de la enorme prudencia del presidente electo de Estados Unidos, que sólo ha querido pronunciar unas breves frases compadeciendo la suerte de la población civil palestina e israelí, es evidente que la política norteamericana hacia Oriente Próximo cambiará de forma sustancial a partir del 21 de enero.

El tema de discusión es el calibre de este cambio. Y no faltarán los escépticos de todos los bandos que proclamen la inmutabilidad del apoyo incondicional de Washington a Israel. Pero los israelíes saben que será imposible superar a George W. Bush en cuanto a incondicionalidad. Saben también que Obama situará a la diplomacia en el centro de su política exterior, lo que no excluye la amenaza militar o incluso la intervención si hace falta. Pero va a quedar clausurada una etapa de militarización de la política exterior y sobre todo de la lucha contra el terrorismo, conducida por los neocons, en la que los gobiernos israelíes se han movido a sus anchas. Ésta es una situación que ya no regresará: ningún otro primer ministro israelí tendrá las manos libres como la han tenido Ariel Sharon y Ehud Olmert con George W. Bush. Pero lo más importante es que Barack Obama quiere comprometerse inmediatamente en una estrategia general para toda la región, en la que la neutralización del Irán nuclear, la estabilización de Irak y de Afganistán y la paz entre Israel y Palestina son piezas de un mismo y complejo puzle. No esperará, como han hecho Clinton y Bush hijo al final de su mandato para hincar el diente al proceso de paz en Oriente Próximo. Y ya ha quedado claro de sus manifestaciones y de las de sus asesores que su compromiso puede llevarle a utilizar las negociaciones directas, sea con Hamás, sea con el régimen de Teherán.

Siga leyendo el artículo de LLUÍS BASSETS El conflicto de Oriente Próximo, que publica el diario El País de España

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