De vendedor de drogas a héroe. Quedaban sólo 35 segundos para que concluyera la 43ª Superbowl, la gran final del fútbol americano, y el gran favorito, Pittsburgh Steelers, perdía por 20-23 ante Arizona Cardinals, la revelación de la temporada. El novato acababa de reírse de la mejor defensa de la NFL dando la vuelta al marcador con dos ensayos de Larry Fitzgerald. Sin embargo, faltaba la traca final. Los Steelers querían pasar a la historia con el récord de media docena de títulos. Santonio Holmes, su receptor estrella, atrapó el balón del quarterback (lanzador), Ben Roethlisberger, que pasó por encima de tres defensores rivales. Tenía los pies puestos en la misma esquina derecha de la zona de ensayo, a sólo centímetros de la línea lateral. La distancia a la gloria o a la derrota. Con la transformación siguiente, los Steelers ganaron otra emocionante final por 27-23. Holmes fue elegido el jugador más valioso.
Los problemas con la justicia de algunos jugadores del fútbol americano, sobre todo negros surgidos de barrios deprimidos que se convierten en multimillonarios, son continuos. Muchos no logran encauzar su tren de vida con la ley. Holmes, al menos, lucha por ser el caso contrario. Días antes de la Superbowl, hizo público algo que sólo conocían sus más íntimos. Nacido en Belle Glade, una localidad a orillas del lago Okeechobee, el manantial de agua potable al norte de Miami, se dedicó de adolescente a vender drogas por las calles. "Es un capítulo lejano de mi vida y rara vez hablo de ello", dijo. Pero quiso hacerlo para lavar su imagen, manchada en octubre, cuando la policía le detuvo con varios cigarrillos de marihuana en su coche. "Estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado", declaró entonces. "Si hubiera seguido ese camino, no estaría aquí", añadió antes de la Superbowl.
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