martes, julio 28, 2009

Obama pierde fuelle

Racionalizar y hacer más igualitaria la asistencia sanitaria en Estados Unidos es una asignatura históricamente pendiente. Presidentes que lo han intentado más o menos tímidamente han encontrado barreras de intereses (desde aseguradoras a médicos, desde empresas a hospitales) que exigían mayor voluntad política o menos torpedeo legislativo. El último plan, pilotado por Hillary Clinton, se saldó con gran fracaso en 1994. Resulta imprescindible, empero, hacer algo con un sistema que pese a ser el más costoso del mundo (EE UU gasta proporcionalmente en sanidad casi el doble que cualquier otro país rico) produce escasos resultados en temas tan básicos como la mortandad infantil o la esperanza de vida. Y que, sobre todo, deja a la intemperie a casi 50 millones de personas.

Nadie debería estar en mejores condiciones para hacerlo que Barack Obama, con una sólida mayoría parlamentaria y que llegó en parte a la Casa Blanca con el mensaje de cambiar ese modelo privado e ineficiente y hacerlo más justo y barato Es decir, aproximarlo al universal predominante en Europa. Las promesas de Obama, revalidadas recientemente, parecen, sin embargo, encalladas, pese a que en buena medida la credibilidad del presidente depende de su cumplimiento.

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