martes, noviembre 03, 2009

En el Oeste, de espaldas al Muro de Berlín



En el frío invierno de 1981, ocho antes de su caída en el basurero de la historia, el Muro de Berlín no existía. Había existido en los años sesenta, cuando la propaganda occidental nos martilleaba con sus imágenes, las dramáticas historias reales y las embellecidas leyendas de los tránsfugas del "telón de acero", pero en los setenta había desaparecido.

De Berlín nadie se acordaba. Se sabía que existía una ciudad de tal nombre, antigua capital de Alemania, pero se había olvidado que para llegar a ella había que atravesar la RDA por una autopista especial, pasar unos controles rutinarios pero estrictos, y que la misma ciudad estaba dividida por un muro absolutamente extraordinario. "¿Un muro?, ah si, el Muro de Berlín...". Había que hacer memoria para acordarse de aquel concepto, oxidado en el recuerdo.




Una realidad congelada

Eso ocurría en parte porque el comercio Este/Oeste, dinámico y creciente pese a la segunda guerra fría, había convertido el muro en un arcaísmo, pero en parte también por una especie de amnesia. Las realidades de la guerra fría se habían congelado en un sueño eterno. Todo eso hacia que al llegar a Berlín Oeste y el muro te sorprendiera con su mineral y brutal presencia, dividiendo barrios y parentescos, cortando calles y separando familias. Nadie te había avisado de que aquello era tan bestia. La propaganda de los sesenta se había borrado, y, de todas formas, en España, la dictadura se había encargado de hacernos completamente inmunes a ella: todo lo que se decía del "comunismo", era falso, por definición. En Alemania la situación era diferente, y aun más extraña: la nación vivía totalmente de espaldas al hecho de su división. La "Ostpolitik" inaugurada años atrás por los socialdemócratas de Willy Brandt, era asunto de los políticos. Imbuida en el consumismo, la rechoncha sociedad germano-occidental fundamentalmente la ignoraba.

En enero de 1981, en Berlín Oeste, entonces una ciudad vibrante e inquieta que vivía del subsidio, la gente política y socialmente más activa ignoraba por completo al Este. La progresía berlinesa estaba mucho más pendiente de la enésima "ofensiva final" de la guerrilla en El Salvador, o de la situación en Nicaragua, que de lo que ocurría en el Este de Europa.

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