A diferencia de otros años, cuando guerras o choques políticos marcaron las cúspides del almanaque, en el 2009 la comunidad internacional enfrentó alarmada el futuro ambiental del planeta. Y fracasó. Ya pocos dudan de que se trata de un fenómeno causado por el hombre, no por la naturaleza. Las cifras son dramáticas: las emisiones de dióxido de carbono son un tercio más elevadas que hace 17 años; el nivel del mar es el doble que hace 20; se han disuelto importantes trozos de hielo en los polos; se multiplica la furia de inundaciones, sequías, tsunamis, huracanes... Un aumento de tres grados en el clima medio global podría ser calamitoso, y algunas proyecciones dicen que podrían registrarse hasta seis al terminar el siglo. En tales condiciones, la vida en la Tierra, como la conocemos hoy, es inviable.
Se pensaba que la gran cumbre decembrina de Copenhague iba a fijar cifras de reducción al calentamiento para que un nuevo acuerdo internacional superase el tratado de limitación de gases contaminantes de Kioto, suscrito en 1997. Todo resultó una ilusión. Los 119 países reunidos fueron espectadores de los pactos de unos pocos: Estados Unidos y China mandaron la parada, escoltados por Brasil, Rusia e India. No hubo compromisos concretos, límites ni sanciones. La Unión Europea y la ONU fueron convidados de piedra y las esperanzas se remitieron a la cumbre de México, a fines del 2010.
Barack Obama, primer presidente negro de Estados Unido, fue uno de los personajes del año, tras su posesión en enero como presidente de Estados Unidos. En algunas materias llevó aire fresco al país y sacó adelante la difícil reforma sanitaria. Pero su imagen ha sufrido un frustrante desgaste. En octubre ganó el Premio Nobel de la Paz, semanas antes de proponer un aumento de 30.000 soldados en Afganistán. "La guerra es a veces necesaria", dijo al recibir el premio.
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Se pensaba que la gran cumbre decembrina de Copenhague iba a fijar cifras de reducción al calentamiento para que un nuevo acuerdo internacional superase el tratado de limitación de gases contaminantes de Kioto, suscrito en 1997. Todo resultó una ilusión. Los 119 países reunidos fueron espectadores de los pactos de unos pocos: Estados Unidos y China mandaron la parada, escoltados por Brasil, Rusia e India. No hubo compromisos concretos, límites ni sanciones. La Unión Europea y la ONU fueron convidados de piedra y las esperanzas se remitieron a la cumbre de México, a fines del 2010.
Barack Obama, primer presidente negro de Estados Unido, fue uno de los personajes del año, tras su posesión en enero como presidente de Estados Unidos. En algunas materias llevó aire fresco al país y sacó adelante la difícil reforma sanitaria. Pero su imagen ha sufrido un frustrante desgaste. En octubre ganó el Premio Nobel de la Paz, semanas antes de proponer un aumento de 30.000 soldados en Afganistán. "La guerra es a veces necesaria", dijo al recibir el premio.
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