Por lo menos en Massachusetts, Barack Obama no ha podido. Y, según su portavoz, Robert Gibbs, el presidente se siente "frustrado". No es para menos. En uno de los resultados más sorprendentes en el escenario político estadounidense, un desconocido senador estatal, Scott P. Brown, ha conseguido derrotar a la candidata demócrata y fiscal general del Estado de Massachusetts, Martha Coakley, y arrebatar a los demócratas, contra todo pronóstico, el escaño en el Senado de Washington del patriarca de la familia Kennedy, Edward, que lo ocupó ininterrumpidamente desde 1962 hasta su fallecimiento el pasado año. La elección de Brown ha sacudido como un terremoto los cimientos del Partido Demócrata. Y no sólo por la tradición liberal de un Estado donde los demócratas registrados superan en un porcentaje de dos a uno a los republicanos, y donde las dos Cámaras legislativas estatales y la oficina del gobernador están en manos demócratas. Y donde, por si lo anterior fuera poco, la dirección del partido se ha volcado en apoyo de su candidata hasta el punto de que el matrimonio Obama se presentó el pasado domingo para acompañar a Martha Coakley en un acto electoral.
La elección del martes era crucial a escala nacional, porque un triunfo republicano supondría para los demócratas la pérdida de la cifra mágica de 60 senadores, de un total de 100, necesaria para evitar lo que en la jerga legislativa americana se conoce como filibusterismo. Sin esos 60 votos ningún proyecto de ley puede ser enviado al pleno de la Cámara alta para su discusión aunque haya sido aprobado en comisión. Y eso es precisamente lo que ha ocurrido. Scott Brown, que representará a su Estado en Washington junto al peso pesado demócrata John Kerry, se convierte en el senador republicano número 41 y priva a los demócratas de esa supermayoría cualificada de los 60, vital para sacar adelante cualquier proyecto legislativo, incluida la reforma del sistema sanitario, considerada por el presidente Obama como la estrella de su política doméstica. Precisamente, el flamante senador convirtió la oposición a la reforma sanitaria de Obama en el plato fuerte de su campaña, una posición que le ha proporcionado una convincente victoria por cinco puntos (52%-47%) sobre su contrincante demócrata. (Consideraciones políticas aparte, los electores de Massachusetts no han perdonado a la señora Coakley su garrafal metedura de pata al confundir a una figura legendaria del equipo de béisbol Red Sox de Boston, Curt Schilling, con un jugador de los Yankees de Nueva York, el eterno rival del equipo bostoniano).
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La elección del martes era crucial a escala nacional, porque un triunfo republicano supondría para los demócratas la pérdida de la cifra mágica de 60 senadores, de un total de 100, necesaria para evitar lo que en la jerga legislativa americana se conoce como filibusterismo. Sin esos 60 votos ningún proyecto de ley puede ser enviado al pleno de la Cámara alta para su discusión aunque haya sido aprobado en comisión. Y eso es precisamente lo que ha ocurrido. Scott Brown, que representará a su Estado en Washington junto al peso pesado demócrata John Kerry, se convierte en el senador republicano número 41 y priva a los demócratas de esa supermayoría cualificada de los 60, vital para sacar adelante cualquier proyecto legislativo, incluida la reforma del sistema sanitario, considerada por el presidente Obama como la estrella de su política doméstica. Precisamente, el flamante senador convirtió la oposición a la reforma sanitaria de Obama en el plato fuerte de su campaña, una posición que le ha proporcionado una convincente victoria por cinco puntos (52%-47%) sobre su contrincante demócrata. (Consideraciones políticas aparte, los electores de Massachusetts no han perdonado a la señora Coakley su garrafal metedura de pata al confundir a una figura legendaria del equipo de béisbol Red Sox de Boston, Curt Schilling, con un jugador de los Yankees de Nueva York, el eterno rival del equipo bostoniano).
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