lunes, marzo 22, 2010

Una audaz pelea contra la historia norteamericana

Pocas veces en la historia, el gobierno, ese mastodonte torpe y desacreditado, logra concretar con un solo trazo de la pluma presidencial una acción que afecta la vida de todos al mismo tiempo. Uno de esos momentos parece estar a punto de ocurrir.

Después de un año de acaloradas discusiones, décadas de fracasos y un siglo de esperanzas frustradas, Estados Unidos se encamina a un nuevo sistema de cobertura médica, extensivo a casi todos los ciudadanos. El cambio en ciernes transformará una sexta parte de la economía del país y sacudirá los cimientos del statu quo.

Para los progresistas más radicalizados, el plan de salud de Obama es una sombra de lo que debió ser. Para los altisonantes adversarios derechistas, representa una pavorosa expansión del Estado sobreprotector.

La historia seguramente lo juzgará como una de las medidas más osadas que un presidente y el Congreso hayan incorporado al panteón de las políticas de Estado, sólo equiparable con las pensiones federales garantizadas de la seguridad social, la medicina socializada para los ancianos e indigentes, y los avances en derechos civiles.

Según parece, el cambio está cerca, pero será gradual. La cobertura más amplia, que alcanzará a 30 millones de personas, sólo se concretará dentro de cuatro años.

El 30 de junio de 1966, después de una titánica lucha que un año antes había sido coronada con la aprobación de una ley, el presidente Lyndon B. Johnson lanzó el seguro de salud estatal para la tercera edad con tres simples palabras: "Medicare empieza mañana". Por el contrario, para explicarle a la gente los actuales cambios Obama necesitaría prácticamente una hoja de cálculo.

Sin embargo, Obama y Johnson compartirán una misma distinción: la de haber sido los únicos dos presidentes que lograron la aprobación de una trascendente ley de salud.

Podemos estar seguros de que Obama es muy consciente del modo en que Johnson supo aprovechar el momento en que Medicare se convirtió en ley. Ocurrió en Independence, Montana, en presencia del primer norteamericano que se inscribió en ese plan de cobertura: Harry Truman. El entonces ex presidente Truman había puesto fin a una guerra mundial, pero no había logrado que durante su mandato se aprobara un plan nacional de salud. "Me alegra haber vivido para ver este día", dijo en ese momento Truman.

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