Un año después de su discurso de Praga en favor de un mundo sin armas nucleares, Barack Obama puede sentirse satisfecho. En la misma semana firmó un complicado Tratado sobre Reducción de Armas Estratégicas (Start) con Rusia, dio a conocer la no menos laboriosa nueva doctrina nuclear de su país y hoy recibe a 50 jefes de Estado y de gobierno en Washington para convencerlos de transformar la seguridad nuclear en un esfuerzo colectivo, frente al mayor peligro del siglo XXI: la utilización de armas atómicas por el terrorismo.
A pesar de todos esos "pasos de gigante" -según la secretaria de Estado, Hillary Clinton-, casi dos décadas después del fin de la Guerra Fría el mundo sigue sentado sobre un polvorín y quedan numerosos obstáculos antes de que se pueda llegar a un planeta libre de amenazas nucleares.
Mediante el nuevo Start, firmado el jueves por Obama y el presidente ruso, Dimitri Medvedev, ambas potencias reducirán 30% de sus arsenales de armas estratégicas (de largo alcance). Sin embargo, cada una mantendrá desplegadas 700 rampas de lanzamiento y 1550 cabezas nucleares, lo suficiente para destruir varias veces el planeta.
Heredera de la Unión Soviética, sólo Rusia puede competir con Estados Unidos en el terreno nuclear: juntos poseen el 95% del armamento atómico del planeta. Hasta que comience a aplicarse el acuerdo, Rusia despliega 2600 cabezas nucleares estratégicas y Estados Unidos, unas 2100.
Los dos países poseen, además, otros miles de ojivas de reserva o tácticas (de corto alcance), que serán objeto de futuras negociaciones. Se estima que, en cifras globales, Estados Unidos tiene 9400 cabezas nucleares; Rusia, 16.000; China, 400; la India y Paquistán, entre 70 y 80; Corea del Norte, 10; Francia, 300; Gran Bretaña, 200, e Israel, entre 100 y 200.
Aunque lo quisiera, Obama no podría ir más rápido. Desde un principio supo que eliminar todas las armas nucleares era una tarea de titanes: "Que probablemente no consiga en toda mi vida", suele repetir.
Esos obstáculos no provienen sólo de la negativa de Rusia a reducir sus arsenales más rápidamente o de países reacios a desarmarse. Ni siquiera del peligro que representan eventuales ataques atómicos terroristas: también son numerosos los líderes políticos en Estados Unidos que rechazan la idea de dejar al país "desamparado" frente a los peligros. Esa misma resistencia hizo desvanecer las esperanzas de la Casa Blanca de ratificar rápidamente el Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares (TICE).
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