La agitación social ya no es noticia en Europa por lo extraordinaria, sino por lo cotidiana: manifestaciones multitudinarias, huelgas y protestas se multiplican contra los gobiernos, que, acosados por los mercados financieros y la debilidad del euro, han lanzado rigurosos planes de ajuste para limitar sus enormes déficits públicos.
En España, el metro de Madrid, que transporta a dos millones de personas por día, estuvo ayer totalmente paralizado por una huelga "salvaje", sin servicios mínimos, lo que obligó a los usuarios a buscar formas alternativas de transporte. Los sindicatos del sector adoptaron esa medida de fuerza para protestar contra una reducción de salarios de casi el 5%, impuesta por la Comunidad de Madrid a todos los funcionarios de la región.
La UGT, una de las dos principales centrales sindicales de España, advirtió que el incumplimiento de los servicios mínimos en el metro de Madrid puede ser visto como un aviso de cara a la huelga general anunciada para el 29 de septiembre, en protesta por la reforma laboral que impulsa el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Aunque, claro está, España no es el único país del continente envuelto en una ola de conflictos. "Europa pasará uno de los veranos sociales más calientes de los últimos 20 años", advirtió Susanna Camusso, número dos del CGIL, principal central sindical italiana.
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