Anna Chapman está acusada de enviar "información sensible" a los servicios de Moscú. Atractiva, pelirroja, ojos verdes y mirada incitante. Ese podría ser el perfil de la nueva chica Bond si no fuera por dos detalles. Uno, que la acaban de poner presa sin fianza en Nueva York, y el otro, vinculado a lo anterior, es que, según parece, no es espía de película sino de verdad. Y que trabajaba para el tradicional enemigo de la Guerra Fría: Rusia. "Las pruebas contra ella son abrumadoras", afirmó el fiscal adjunto de Nueva York Michael Farbiarz, uno de los pocos que, al parecer, no han sucumbido a la seducción de Anna Chapman, la joven que se ha convertido en la cara bonita de la célula de espionaje ruso integrada por 11 personas, cuya detención conmovió a esta sociedad.
Las opiniones están divididas entre quienes creen que todo es una patraña y que la joven es inocente y quienes consideran que se está frente a un caso de enorme magnitud, inimaginable en los días que corren. Anna lo tiene todo: un cuerpo de anuncio de ropa interior, belleza, inteligencia, dinero, una empresa propia por valor de dos millones de dólares y un pasado misterioso ?con romance incluido? con una exitosa escala como agente financiera en una sucursal londinense del banco Barclays. Y que escribió un conmovedor "si lo sueñas, lo consigues" en su página de Facebook.
El problema es que, en su departamento neoyorquino, también le descubrieron una computadora portátil con teclado codificado, gracias a la cual pasaba "información sensible" a algún servicio ruso. Su caso es tan digno de John Le Carré como difícil de imaginar en esta etapa de post-Guerra Fría y de cálido acercamiento a Moscú que proclama el gobierno de Barack Obama.
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