Hace menos de cuatro semanas que fallecía Néstor Kirchner, ex presidente argentino y esposo de la jefa del Estado, Cristina Fernández, y que la muerte reconciliaba efímeramente a la opinión en el responso laudatorio por el difunto. Pero, pasado el luto, el extremo fraccionamiento de la política argentina se plantea ya con las más duras exigencias. La presidenta tendrá que gobernar en 2011 -con elecciones presidenciales en octubre- sin que haya sido posible aprobar el presupuesto.
Hace un año, el peronismo oficialista, o kirchnerismo, perdía unas elecciones que le dejaban sin mayoría absoluta en ambas Cámaras; desde entonces el Gobierno ha ido saliendo del paso gracias a llamativas ausencias o cambios de bando de diputados opositores, o absteniéndose de comparecer sus propios legisladores para negar quórum al adversario. Se recordará de ese periodo apenas la aprobación de la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo, como quería el Ejecutivo, o de protección de glaciares contra las industrias extractivas, aunque esta última ley está paralizada por reclamaciones del poder ante la justicia.
Pero todo ello es solo síntoma de una división más profunda que convierte a las elecciones en un auténtico jeroglífico. La presidenta aún no ha dicho si se presentará, aunque se barrunta que sí. Y frente a ella se alinean el peronismo federal, un tercer peronismo que puede ir en coalición con radicales y socialistas y una coalición cívica que rompió con los radicales. La nómina de aspirantes a la candidatura suprema crece sin parar y la muerte del ex presidente puede contribuir a atomizar aún más el panorama.
La viuda de Kirchner gobernará con el presupuesto de 2010 más ingresos excedentarios, pero la legislatura puede darse por concluida en la situación de tablas entre el peronismo oficialista y la enrevesada oposición. ¡Qué largo se hará el tiempo político hasta octubre de 2011!
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