Los papeles del Departamento de Estado muestran los límites de la política exterior de Estados Unidos
La secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton calificó ayer de ataque a la comunidad internacional la publicación de los documentos de su departamento filtrados a Wikileaks y cuya difusión iniciaron ayer cinco diarios de referencia de Europa y Estados Unidos, entre ellos EL PAÍS. Fue Wikileaks, organización creada con el objetivo de dar a conocer informaciones de interés público que poderes diversos pretenden mantener ocultas, quien obtuvo y divulgó filtraciones relacionadas con las guerras de Afganistán e Irak que las autoridades norteamericanas consideraron secretas.
The New York Times, The Guardian, Le Monde, Der Spiegel y EL PAÍS iniciaron ayer la publicación, sometida a cautelas deontológicas en algunos casos, de hasta 250.000 informes del Departamento de Estado y comunicaciones con sus embajadas en todo el mundo obtenidos por Wikileaks en los que se revelan informaciones y opiniones de indudable interés para el público. Las filtraciones anteriores de Wikileaks ya habían dejado al descubierto las razones últimas de algunas de las principales decisiones adoptadas por Washington, haciendo inteligibles movimientos internacionales que carecían de explicación.
De acuerdo con la Convención de Viena, las embajadas están autorizadas a obtener cualquier información de los Estados ante los que se encuentran acreditadas siempre que sea a través de medios lícitos. La información contenida en los documentos ahora conocidos no prueba que Estados Unidos haya cometido ninguna ilegalidad; dependerá de los medios que haya empleado para obtenerla. Pero en las instrucciones cursadas desde el Departamento de Estado se reclaman a las Embajadas estadounidenses datos de difícil o imposible acceso mediante procedimientos aceptados. Los documentos conocidos demuestran una excesiva tendencia de los organismos oficiales de Estados Unidos, y probablemente también de otros países, a clasificar como reservadas o secretas informaciones que no deberían serlo. La transparencia es la principal garantía contra la arbitrariedad en el comportamiento de los poderes públicos, incluida la corrupción. Las relaciones diplomáticas no deberían convertirse en un reducto al margen de la exigencia de transparencia.
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The New York Times, The Guardian, Le Monde, Der Spiegel y EL PAÍS iniciaron ayer la publicación, sometida a cautelas deontológicas en algunos casos, de hasta 250.000 informes del Departamento de Estado y comunicaciones con sus embajadas en todo el mundo obtenidos por Wikileaks en los que se revelan informaciones y opiniones de indudable interés para el público. Las filtraciones anteriores de Wikileaks ya habían dejado al descubierto las razones últimas de algunas de las principales decisiones adoptadas por Washington, haciendo inteligibles movimientos internacionales que carecían de explicación.
De acuerdo con la Convención de Viena, las embajadas están autorizadas a obtener cualquier información de los Estados ante los que se encuentran acreditadas siempre que sea a través de medios lícitos. La información contenida en los documentos ahora conocidos no prueba que Estados Unidos haya cometido ninguna ilegalidad; dependerá de los medios que haya empleado para obtenerla. Pero en las instrucciones cursadas desde el Departamento de Estado se reclaman a las Embajadas estadounidenses datos de difícil o imposible acceso mediante procedimientos aceptados. Los documentos conocidos demuestran una excesiva tendencia de los organismos oficiales de Estados Unidos, y probablemente también de otros países, a clasificar como reservadas o secretas informaciones que no deberían serlo. La transparencia es la principal garantía contra la arbitrariedad en el comportamiento de los poderes públicos, incluida la corrupción. Las relaciones diplomáticas no deberían convertirse en un reducto al margen de la exigencia de transparencia.
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