Una victoria republicana abrirá una gran incógnita sobre el futuro del presidente. Estados Unidos se dispone a dar un drástico giro político. Los esfuerzos finales de Barack Obama no han servido para cambiar el estado de ánimo de los electores, que hoy castigarán severamente al presidente y darán a los republicanos una mayoría suficiente en el Congreso como para frenar el proyecto demócrata
Estados Unidos se dispone a dar un drástico giro político. Los esfuerzos finales de Barack Obama, que hasta el último momento hizo campaña a favor de las candidaturas demócratas, no han servido para cambiar el estado de ánimo de los electores, que hoy castigarán severamente al presidente y darán a los republicanos una mayoría suficiente en el Congreso como para frenar el proyecto demócrata y, si son capaces, avanzar sus propias soluciones a la crisis de confianza que vive el país.
La única duda todavía, a juzgar por los datos de las encuestas, es la del tamaño de esa mayoría. Los republicanos tienen una ventaja de más de 10 puntos entre los posibles votantes en el conjunto de la nación y están por delante en casi todas las carreras en las que se decidirá la composición final del Senado y la Cámara de Representantes. Si la ola renovadora les favorece en aquellas competencias en las que ahora mismo están empatados o en ligera inferioridad, cosa no descartable, la victoria conservadora puede ser de proporciones históricas, por encima de los 60 o 70 escaños, incluso cercana a los 90.
La combinación, claramente detectada por las encuestas de Gallup, de una masiva participación del electorado republicano con la apatía de los sectores que apoyaron a Obama hace dos años -jóvenes, mujeres, hispanos y negros-, puede dar lugar a un verdadero cataclismo político que hunda a los demócratas en la irrelevancia y fuerce al presidente a reacomodar bruscamente su agenda para aspirar a la reelección.
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