La renuncia de los aliados de Berlusconi hace tambalear a la actual administración y provoca hastío en los ciudadanos; elecciones anticipadas o un gobierno de emergencia nacional, los dos escenarios posibles. ¿Qué va a pasar? ¿Quién sabe? Para mí, es lo mismo. Total, nada va a cambiar, los políticos son todos iguales y en Italia estamos cada vez peor...".
Lucia, dueña de un puesto de verduras de la Piazza delle Coppelle, en el centro histórico de Roma, resume el clima general de incertidumbre y hastío hacia la política que se respira en la calle al día siguiente de la retirada de los "finianos" del gobierno de Silvio Berlusconi.
Aunque anunciada, la salida de los referentes del ex aliado Gianfranco Fini del ejecutivo del Cavaliere abrió formalmente una crisis política que nadie sabe cómo terminará. Aunque se cree que, antes o después, el gobierno de Silvio Berlusconi caerá en una votación de confianza -porque sin los "finianos" ya no cuenta con los números para sobrevivir-, nadie sabe si después se irá a elecciones anticipadas o se formará un gobierno de emergencia nacional, los únicos dos escenarios posibles.
El premier, de 74 años e involucrado últimamente en un enésimo escándalo por festines con menores, está dispuesto a resistir hasta el final y se juega todo a ir a elecciones anticipadas que, según los sondeos, podría volver a ganar si se efectuaran hoy. ¿Por qué? Porque en la oposición no existe al momento ninguna alternativa creíble, más allá de que se están tejiendo alianzas que podrían cambiar el panorama, en detrimento de Berlusconi.
Lo cierto es que la crisis en acto no tendrá una solución inminente, sino que se resolverá, se cree, hacia mediados de diciembre. Todos los partidos, de hecho, por "responsabilidad institucional" se comprometieron a votar la la Ley de Presupuesto -un paso crucial para la estabilidad económica del país en momento de gran preocupación financiera en toda Europa-, antes de cualquier desenlace. Existe un acuerdo general de que sólo después de este paso Berlusconi se someterá al veredicto del Parlamento.
En este marco, en los "palazzi" del poder reina un ambiente de frenesí y todo el mundo hace sumas y restas para ver qué margenes de maniobra hay. Y en la calle -donde se respira cada vez más el descrédito hacia los políticos, se siente cada vez más la crisis económica y reina el escepticismo por lo que vendrá-, la vida contínua.
"En este país estamos acostumbrados a que un día haya un gobierno y, al día siguiente, otro. Desde la posguerra, en 60 años tuvimos más de 60 gobiernos diferentes... La inestabilidad siempre fue una característica de la política italiana. A lo que no estamos acostumbrados es a no llegar a fin de mes, como nos pasa ahora, y a que todo el mundo se esté riendo de nosotros y nos esté tomando el pelo por un primer ministro que baila el 'bunga bunga' en sus fiestas con menores", lamenta Salvatore, un jubilado que trabajó durante años como ingeniero civil.
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