Cuando los líderes del G-20 llegaron a Seúl, existía un riesgo de enfrentamientos comerciales y monetarios a escala planetaria. Después de 48 horas de reuniones infructuosas, el riesgo se transformó en una amenaza concreta: en el mundo existen cinco frentes de conflicto que pueden derivar en una auténtica guerra de intereses vitales entre los grandes actores de la economía.
Esa ausencia de decisiones deja de manifiesto posiciones irreconciliables y permite intuir que en los próximos meses se agudizará la rivalidad entre China y Estados Unidos, y aumentará el número de graves consecuencias para el resto del mundo.
1. La guerra monetaria
Para los chinos, Estados Unidos no tiene suficiente conciencia de su responsabilidad en los mercados de capitales y no ha pensado en los ataques que padecen los mercados emergentes.
Pekín considera que, al inyectar 600.000 millones de dólares para reactivar su debilitada economía, la Reserva Federal estadounidense está provocando una corrida de liquidez hacia los países en desarrollo. La depreciación del dólar, pronostican, provocará a término una segura inflación.
Para Estados Unidos, por el contrario, es China quien pone en peligro el crecimiento mundial. Al mantener el yuan artificialmente subvaluado, asfixia el empleo y las cuentas de aquellos países que inunda con sus productos.
En el resto del mundo, cada uno se protege como puede de las turbulencias provocadas por esa pareja infernal.
Exasperado por el aumento del yen, Japón compró 18.500 millones de dólares en septiembre, mientras Corea del Sur estaría inyectando en secreto 1000 millones de dólares por día para evitar una apreciación exagerada del won.
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