El Presidente tiene que entender que la gente está descontenta y que tiene miedo. El mensaje presidencial fue inesperadamente breve. El Mandatario se refirió a la coyuntura que vive el país desde el domingo último, particularmente por la zozobra en que parecen hallarse —así lo muestran las manifestaciones de descontento que han llegado inclusive a la violencia en varios puntos del país— grandes segmentos de la población.
La expectativa por escuchar al Presidente hizo que en lugares públicos, de La Paz y El Alto, se instalaran parlantes. Así, en grupos, se siguieron sus palabras. No era para menos, dados los rumores que, por ejemplo, provocaron que unos 80 millones de dólares fueran retirados de las entidades financieras, ante el temor de un “corralito”.
Morales, que dejó al Vicepresidente la misión de lanzar el llamado “decretazo”, pues él se encontraba fuera del país, ha tenido que negar lo del “corralito” para que la gente se tranquilice.
Por lo demás, el Primer Mandatario resumió las razones estratégicas que justifican la drástica medida asumida con el DS 748, que, según explica, no es un “gasolinazo”, sino algo mucho más profundo. Reiteró que el país perdía no sólo por el costo de la subvención, sino sobre todo porque con ella los más beneficiados con el gasto por la importación de gasolina y diesel eran los contrabandistas de estos líquidos.
Esto mismo coinciden en admitir los analistas, lo que no quita la impopularidad de las medidas. El Presidente tiene que entender que, aunque ahora dé buenas noticias para grandes sectores de la población, como el incremento salarial de 20% para los trabajadores de salud y educación, así como para las FFAA y la Policía, hay descontento. E incertidumbre y miedo por lo que viene. Lo que cabe hacer ahora es comprender esos sentimientos, no negarlos, no disminuirlos, no atribuirlos a alguna oposición que, no por serlo, tiene que ser satanizada
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