miércoles, diciembre 01, 2010

Duros testimonios de dos ayudantes de los Kirchner

Sergio Massa, ex jefe de gabinete de Cristina Fernández, confió a diplomáticos norteamericanos que la presidenta remitía casi todos los asuntos oficiales a su marido.

El difícil trato personal tanto con el ex presidente Néstor Kirchner como con su esposa, la actual presidenta, Cristina Fernández, y la preocupación que provoca el Gobierno argentino en la región fueron recogidos en buen número de telegramas enviados por las distintas embajadas de Estados Unidos, no solo la de Buenos Aires sino también las de España o Chile, por ejemplo. Los testimonios más llamativos son, sin embargo, los de dos políticos que fueron nada menos que jefes de gabinete en sucesivos Gobiernos de los Kirchner, Alberto Fernández (2003-2008) y Sergio Massa (2008-2009). Según el relato de un diplomático norteamericano, pocas semanas después de abandonar el cargo, Massa les aseguró que quien dirigía en realidad el Gobierno era Néstor Kirchner y que la presidenta "cumplía órdenes".

Los diplomáticos norteamericanos anotaron con todo detalle las confidencias que les fueron haciendo los políticos argentinos que les visitaban o con los que coincidían en cenas o encuentros privados.

En algunos casos, son los propios embajadores quienes emiten un juicio paralelo sobre su interlocutor. Es curiosa, por ejemplo, la opinión de la actual embajadora sobre el alcalde de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri: "La reunión sirvió para recordarnos su brusquedad, su maniquea visión del mundo y su incomodidad con las sutilezas de las comunicaciones interpersonales. Cortó la reunión abruptamente a los 20 minutos", explica en un documento fechado en noviembre de 2009. "Son cualidades que comparte con Néstor Kirchner, su gran rival político", escribe Vilma Martínez.

El testimonio más crudo es el de Sergio Massa, el actual alcalde de Tigre, quien se manifestó con tanta dureza en una cena celebrada en noviembre de 2009, en casa de un amigo financiero, que, según explica la embajadora norteamericana, su propia esposa, Malena Galmarini, alarmada, le hizo, sin éxito, repetidas señas para que se callase.

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