martes, marzo 01, 2011

Narcotráfico: el país sigue los pasos de Colombia y México

Un ex canciller de Colombia y ex embajador de ese país en la Argentina, Jaime Bermúdez, describió a fines del año pasado en Buenos Aires, ante un auditorio cerrado de políticos argentinos, los comienzos del narcotráfico en Colombia y en México. No habló de la Argentina. Bermúdez es un político y diplomático simpático y culto, que dejó en Buenos Aires decenas de amigos cuando volvió a Bogotá para hacerse cargo de las relaciones exteriores de su país.

Esta vez no trajo buenas noticias, aunque su intención no haya sido, seguramente, ser un mensajero de ingratas novedades. Lo cierto es que los argentinos que lo oyeron quedaron estupefactos: aquellos comienzos del flagelo del narcotráfico en México y Colombia se parecían demasiado a la situación actual de la Argentina. "Estaba narrando la Argentina de hoy", resumió un ex ministro de gobiernos radicales.

¿Qué dijo Bermúdez? Contó que esas tragedias nunca aparecen súbitamente en su dimensión final. Siempre hay antes señales inconfundibles: los cargamentos de drogas pasan de gramos a kilos y de kilos a toneladas; el consumo local crece exponencialmente, porque entre los adictos hay potenciales colaboradores; otros países empiezan a registrar que un país determinado se ha convertido en un exportador destacado de drogas; las fuerzas de seguridad son paralizadas por el temor o la corrupción; la política se muestra indiferente o cómplice, y comienzan a aparecer extraños cadáveres de personas ajusticiadas por sicarios. Primero, son pocos y aislados, destacó, pero el negocio es tan grande que termina convirtiendo a la muerte en un alud macabro.

La Argentina tiene dos problemas enormes. El primero es que su dirigencia política (con algunas pocas excepciones, sobre todo la de Elisa Carrió) no quiere hablar del conflicto que plantea el crecimiento del narcotráfico. Hay -¿cómo no?- complicidades, indiferencia e ignorancia. El segundo es que el país está, por el azar de la geografía y la política, en medio de una región productora y exportadora de drogas, donde, además, se han producido importantes cambios en los últimos tiempos en la represión del tráfico de estupefacientes. Nunca ninguno de los dos presidentes Kirchner, por ejemplo, mencionó ese conflicto en ningún discurso público ni se recuerda que hayan hablado de él en conversaciones privadas. Esa ausencia es coherente, según la lógica que indica que los problemas desaparecen cuando no se los nombra.

Hubo ya varias muertes en la Argentina, relacionadas con el narcotráfico desde aquella balacera que fulminó a dos colombianos en la cochera del shopping Unicenter. Esas muertes y también otras fueron ejecutadas por sicarios montados en motocicletas, que es la manera rápida y limpia como actúan los sicarios del narcotráfico. No queda un solo rastro; todo tiene la velocidad de la luz y la policía llega cuando todo pasó. Una vez, el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, dijo que se estaba dramatizando la cuestión porque aquí se podían contar 15 o 20 muertes por el narcotráfico, mientras que en México hay entre 9000 y 10.000 muertes por año. La estadística puede ser cierta, aunque haya sido módico con los números argentinos, pero lo más notable es que los funcionarios kirchneristas se hayan quedado tranquilos con esas comparaciones. ¿Esperan que la situación se desmadre, como en México, para comenzar a tomar cartas en el asunto?

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