Y Khadafy apareció. En Trípoli se oían fuegos artificiales, coches a toda velocidad disparando sus Kalashnikov al aire en algunas partes de la ciudad. Anteanoche, de camino al hotel Rixos para acudir a una supuesta rueda de prensa de Saif al-Islam, el más influyente de los hijos de Khadafy, un grupo de periodistas se preguntaba qué estaban celebrando a esas intempestivas horas de la noche, cuando las calles se llenan de controles de las milicias armadas leales al régimen.
El coronel, desaparecido del mapa desde hacía varios días, resurgió dentro de un coche en su residencia Bab al-Aziziyah para saludar a sus partidarios. Las imágenes se emitieron en la televisión nacional libia, aunque existen dudas sobre si era en realidad él, porque no se lo vio con claridad.
La reaparición real o simbólica de Muammar Khadafy deja claras dos cosas. La primera, que se aferra al poder, aunque haya propuesto cambios democráticos. Los anunció su vocero, Mousa Ibrahim, en el hotel Rixos ante ese grupo de periodistas que acudían a la famosa conferencia de prensa de Saif que nunca tuvo lugar. "Buscamos una solución política", dijo, arrinconado en el hall por una nube de reporteros ávidos de novedades tras varios días de luchas en Brega y tras mes y medio de enfrentamientos bélicos.
Ibrahim dijo que estaban dispuestos a realizar reformas que podrían incluir elecciones, aunque siempre con la figura del Khadafy al frente de los designios del país. Una solución que difícilmente sería aceptada por el Consejo Nacional de Transición libio, el gobierno rebelde con sede en Benghazi.
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