"Allah, Libia y Khadafy, eso es todo lo que queremos." Son las palabras de Mohamed, un habitante de Trípoli que conduce un auto con una bandera verde colgada del retrovisor y un gran retrato de Khadafy bien visible en el parabrisas. "No hay ningún problema aquí", añade, antes de subir la música a todo volumen con canciones de exaltación patriótica que invitan a la unidad de Libia, dando palmas al mismo tiempo con una gran sonrisa.
Las calles de la capital están tomadas por los símbolos pro Khadafy, desde banderas verdes hasta la omnipresente fotografía del "máximo líder", como lo llaman aquí, colgada en las puertas de los hospitales, los edificios públicos y las plazas, posando con diferentes posturas y distintos fondos.
En los vehículos suena a todo volumen el sonido de la radio nacional, con canciones que convocan a la unidad y a la venganza. Son alegres, cantadas por hombres en su mayoría, con voz profunda y seria. El "Zanga zanga" está en el top ten , un ritmo pegadizo entre latino y árabe, que retoma las palabras del discurso de Khadafy en los primeros días del conflicto.
La letra, que invita a buscar callejón por callejón y esquina por esquina a todos los rebeldes para acabar con ellos, se convirtió en un ringtone muy popular que anuncia la entrada de cada llamada con la voz real de Khadafy.
Aquí todo es verde. Los muros de las casas, las persianas de los comercios, las banderitas en los extremos de los fusiles Kalashnikov que exhiben los jóvenes de las milicias, instalados durante el día en pequeñas tiendas en el centro de algunas plazas, y muy presentes y visibles en los controles que hay dispersos en las calles de toda la ciudad, más agresivos que los policías o los militares. Registran los autos a fondo y piden documentación, y algunos de ellos retienen a los occidentales que encuentran subidos en taxis, por algunas horas incluso, hasta que llega un oficial del Ministerio de Información.
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