Es de esperar que el nuevo director de la FAO logre reproducir a escala mundial el éxito con que redujo el hambre y la desnutrición en Brasil
La elección del exministro brasileño de Seguridad Alimentaria José Graziano da Silva, como nuevo director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) –quien se impuso en la segunda votación al exministro español Miguel Ángel Moratinos por un margen muy estrecho: 92 votos contra 88-- ha sido recibida con optimismo por quienes consideran de máxima urgencia la introducción de radicales cambios en la manera como hasta ahora ha sido conducida la institución encargada de reducir el hambre y la desnutrición en el mundo.
El optimismo, aunque moderado por la conciencia de que será muy difícil lidiar con la hipertrofiada burocracia de la FAO, se fundamenta en que Graziano da Silva es uno de los pocos funcionarios internacionales que puede exhibir en su currículo una experiencia verdaderamente exitosa en la lucha contra el hambre y la desnutrición. Desde que en 2001, se hiciera cargo del Ministerio Extraordinario de Seguridad Alimentaria de su país, Brasil se constituyó en un notable ejemplo de éxito en la lucha contra el hambre y la desnutrición en medio de un desolador panorama en el que abundan los fracasos y las frustraciones.
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