lunes, agosto 08, 2011

La rebaja de nota a EE UU vuelve a cuestionar a las agencias calificadoras


¿Quién califica a las agencias de calificación? Es la pregunta que ronda desde que el trabajo de las grandes firmas del negocio fuera puesto en duda, al ser señaladas como los chefs de la crisis más grave desde la Gran Depresión. La rebaja anunciada por Standard & Poor's a la nota de la deuda estadounidense les vuelve a colocar en el centro del debate y de las críticas.

La opinión de las agencias es importante porque permite a los inversores mover su dinero en función del análisis que hacen del riesgo. Standard & Poor's (S&P) pone nota a la deuda soberana de unos 120 países. El factor político, señalan desde la firma propiedad de McGraw-Hill, es uno más, y también de los más subjetivos.

Las dudas sobre la fiabilidad de las agencias calificadoras (S&P, Moody's y Fitch) empezaron a aflorar con el colapso de Enron, a finales de 2001. Pero quedaron en letargo durante la época posterior de vacas gordas. No solo no fueron capaces de ver lo que se cocinaba en las cuentas de la eléctrica, una de las niñas mimadas de Wall Street, sino que cuando reaccionaron fue tarde y con su repuesta incentivaron la desbandada de inversores.

Para muchos, las agencias de calificación son, junto a los grandes bancos de inversión de Wall Street, los villanos de la crisis financiera. En su expediente tienen el sobresaliente que concedieron a Bear Stearns, Lehman Brothers, AIG y a los paquetes de inversión estructurados con hipotecas basura. Y con el descalabro que no anticiparon, su credibilidad quedó en entredicho.

No solo sus modelos fueron incapaces de anticipar el terremoto financiero, sino que su trabajo estuvo dominado por conflictos de intereses. La investigación de la crisis llevada a cabo por el Congreso de EE UU reveló, a partir de testimonios de empleados, que los ejecutivos ponían su relación con los bancos por delante del interés del inversor en bonos. Así preservaban su cuota de negocio a la vez que concedían la triple A -virtualmente sin riesgo- a valores de deuda hipotecaria a cambio de suculentas comisiones. Sin la nota más alta, esos bonos no habrían llegado al mercado. Eso alimentó la burbuja inmobiliaria.


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