En las calles había festejos con disparos y puestos de control instalados por los opositores. Feroces enfrentamientos armados en un vecindario y tiros al aire para celebrar en otro: ayer Trípoli vivía una mezcla de júbilo y temor, luego de que los combatientes rebeldes marcharon sobre la capital libia en su embate definitivo para derrocar a Muammar Khadafy.
Un día después de que los rebeldes reclamaron el control del último bastión del dictador, los autos circulaban a toda velocidad para eludir a los francotiradores, los comercios permanecían con la cortina metálica baja y los combatientes de la oposición levantaban improvisados puestos de control con tachos de basura y autos destrozados.
Pero a pesar de los peligros que acechan a la vuelta de cada esquina, muchos encuentran la manera de festejar quemando la bandera verde de Khadafy, pisoteando carteles con su fotografía y haciendo la V de la victoria desde las ventanillas de los autos que dan vuelta a la plaza principal tocando bocina.
A muchos de los aquí presentes todavía les cuesta creer la velocidad con la que se precipitó la implosión de este régimen de más de 42 años.
"Hoy salimos a la calle a respirar un poco de libertad", dijo Ashraf Halati, de 30 años, empleado de un café cercano a la Plaza Verde, símbolo del antiguo régimen y que los rebeldes ahora llaman Plaza de los Mártires. "No podemos creer que esto esté pasando."
Halati y sus amigos se abrazan y se dan palmadas en la espalda. El
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