La canciller Angela Merkel.
AP
Si en agosto de 2010 Alemania sorprendió a propios y extraños con una fulminante salida de la crisis, gracias a un estirón del PIB del 2,2% después de haber estado cayendo hasta un 5% en 2009, este verano quedará para la historia de la estadística como el de la portentosa doma del déficit público. Según publica esta mañana la Oficina Federal de Estadística, el déficit público alemán ha registrado en el primer semestre de 2011 una seria reducción, hasta situarse en el 0,6% del PIB. Se trata del porcentaje más bajo desde la primera mitad de 2008, el año de la crisis financiera y supone el retorno de Alemania a la obediencia a los criterios de Maastricht.
Para hacernos una idea de la reducción del agujero presupuestario, recordemos que en el primer trimestre de 2010 el déficit alcanzaba el 3,1% y que en el segundo semestre se disparó incluso hasta el 5,4%. En tan breve periodo de tiempo, el gobierno Merkel ha conseguido equilibrar unos ingresos de 562.300 millones de euros, que suponen un aumento del 6%, con unos gastos que solamente han aumentado un 3% en el mismo plazo.
Este es el resultado de la aplicación práctica en la gestión de las finanzas públicas de acuerdo a la reforma constitucional de 2009, en la que Alemania incluyó en su ley fundamental un límite del déficit del 0,36% del PIB para la federación y del 0% para los länder. Merkel se propuso cumplir con este corsé presupuestario, puso al frente de Finanzas a Wolfgang Schäuble, un ahorrador compulsivo, y ha tardado apenas dos años en ajustar la realidad a la utopía.
A todo esto, Alemania mantiene su tasa del paro en el 7% y, a pesar del bache veraniego del PIB, que en tasa mensual ha quedado en un escueto crecimiento del 0,1%, en tasa interanual se mantiene un saludable 2,7%. El sistema de bienestar no parece afectado por la reducción del déficit, sino que resulta sostenible precisamente por las reformas emprendidas hace 10 años por el gobierno Schröder, que redujeron las trabas burocráticas para la actividad empresarial, los costes de contratación y los subsidios que, indirectamente, incentivaban las bajas y el desempleo eterno.
Fuente: Diario El Mundo de España
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