lunes, septiembre 12, 2011

¿Un país debilitado o fortalecido?

11 de septiembre, 11-S. Hace 10 años, un plan terrorista muy bien coordinado desembocó en un ataque contra Estados Unidos. El mundo observó, espantado, y muchos pensaron que le estaba muy bien empleado al arrogante Imperio Americano; en el mundo árabe, incluso en países supuestamente amigos, hubo muestras de júbilo en las calles. Era indudable que EE.UU. había quedado debilitado, ¿verdad? Pero la reacción del gobierno estadounidense fue rápida, decisiva y calculadamente brutal. Los nacionalistas rusos, los intelectuales franceses y los estrategas chinos se inquietaron, lo cual, seguramente, supuso una doble alegría para los halcones estadounidenses como el vicepresidente Dick Cheney y el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld. ¡Estados Unidos volvía a estar en la cima! ¿Seguro? Y, aunque hubiera desplegado un poderío militar impresionante, ¿cuánto iba a durar? ¿Y de qué valía para el mantenimiento de la posición de poder estadounidense a largo plazo? Durante los años posteriores a 2001 y 2003, las guerras de Irak y, sobre todo, Afganistán, se prolongaron tanto y se volvieron tan sangrientas y confusas que la opinión pública estadounidense dejó de entenderlas.

Cuando hablo con la gente de mi barrio, no veo el orgullo ni la agresividad de Cheney. Me encuentro con el sentimiento de que esas guerras han durado demasiado tiempo y no van a ninguna parte.

Para el estadounidense medio, hay pocos países extranjeros por los que merezca la pena luchar. El Gobierno no está de acuerdo, pero se ha dado cuenta de que los sentimientos han cambiado.

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