El kirchnerismo recuperó el control de la Cámara de Diputados. El abrumador triunfo de Cristina Fernández de Kirchner logró traccionar sus listas de legisladores en todo el país y alcanzar un objetivo que hasta antes de las primarias aparecía como inalcanzable. El Frente para la Victoria puso en juego en esta elección más de la mitad de sus legisladores –51 de 87– y terminó en el final del recuento provisorio alzándose con 81 bancas (incluidos tres candidatos de Nuevo Encuentro que iban en sus boletas) y con un bloque propio de 114 diputados. Que sumado a sus aliados más fieles –siete santiagueños del Frente Cívico, tres neuquinos del MPN y cinco de NE– le permite alcanzar el número mágico de 129 para el quórum propio y la mayoría de la Cámara baja para dirimir cualquier votación ajustada. Una diferencia que puede ampliar incluso si logra sumar en la negociación parlamentaria a otros dos monobloques que suelen acompañar las principales iniciativas del Gobierno, mientras mira de reojo a otros once peronistas de distintas provincias que nunca se habían plegado o rompieron con los federales del PJ anti K.
La extraordinaria recomposición numérica del bloque oficialista en la Cámara baja tuvo un aporte fundamental en la provincia de Buenos Aires. Allí, la lista que encabezó el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, logró 22 diputados entre los que figuran los ministros provinciales Cristina Alvarez Rodríguez (Infraestructura) y Mario Oporto (Educación), gremialistas como Carlos Gdansky (UOM La Matanza) y Facundo Moyano (Peajes e hijo de Hugo Moyano), jóvenes de La Cámpora como Eduardo De Perdo (uno de sus líderes) y Mayra Mendoza, y aliados como el socialista Jorge Rivas y Carlos Raimundi (NE).
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