Los norcoreanos han dado muestras de profundo pesar por la muerte del líder Kim Jong-il, pero la histeria generalizada ha suscitado la pregunta de si sus sentimientos son auténticos o más bien se comportan como creen que es debido.
Conteniendo las lágrimas, una presentadora de televisión vestida de negro dio la noticia al país.
Luego vino el llanto colectivo, los gemidos y los puños que golpearon contra el suelo: hombres y mujeres arrastrados por una ola de desazón incontrolable. "¿Cómo pudo dejarnos?", dijo una de ellas mientras se limpiaba las lágrimas. Las escenas recordaron el luto que siguió a la muerte del padre de Kim Jong-il, Kim Il-sung, en 1994.
Es muy difícil saber cuán genuino es ese dolor, dice Anthony Daniels, un psiquiatra y escritor cuyo seudónimo es Theodore Dalrymple. Él visitó Corea del Norte en 1989 como miembro de la delegación británica en el Festival Internacional de la Juventud y los Estudiantes. "Se trata de una terrible mezcla de miedo, terror y aprehensión sobre el futuro, algo de histeria colectiva y -posiblemente- también de dolor verdadero". "Es muy difícil conocer la realidad. Creo que, de hecho, nunca la conoceremos del todo. Existen enormes barreras culturales y además hay que recordar que se trata de un régimen en el que todo aquello que no está prohibido es obligatorio. Es muy difícil saber cuál es el estado de ánimo real de los ciudadanos".
Durante su visita en 1989, Daniels no percibió ninguna expresión de emoción salvo la histeria colectiva.
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