viernes, marzo 23, 2012

‘Impromacia’

El episodio de la fragata británica evidencia, una vez más, que nuestro canciller no está a la altura de su cargo. Lo que está haciendo el canciller Roncagliolo en Torre Tagle exige, por inaudito, que renovemos el lenguaje para poder nombrarlo. Improvisación y diplomacia son normalmente términos antinómicos. Al juntarlos tan sistemáticamente, él ha creado un nuevo género, estéril, como suelen ser estos híbridos, pero aun así necesitado de un nombre propio. Impromacia.

La desinvitación de la fragata británica ha sido, evidentemente, la consagración de nuestro canciller. Un despliegue de espontaneidad criolla que ha resultado patético en la escena internacional, donde lo que da seriedad a los estados es precisamente su capacidad de atenerse a políticas previamente trazadas, en lugar de ir arreglándoselas sobre la marcha conforme los van sorprendiendo las situaciones. Si el Perú tiene algo parecido a unos lineamientos de política internacional y si es que estos incluyen este nivel de compromiso con el conflicto de las Malvinas, lo que se debió hacer es no invitar en febrero a la fragata británica. En lugar de eso, nuestro canciller permitió que se extendiese la invitación a través de una muy oficial resolución legislativa y luego (el viernes pasado) recibió amablemente, y sin decirle nada de la visita del buque, a Jeremy Browne, el ministro británico encargado de América Latina, para tres días después (este lunes) retirar la invitación ante la presión argentina.

Lo que vino luego solo agudizó la cantinflada: el canciller sostuvo que sí se había informado de la des-invitación al ministro Browne y que el Reino Unido había optado por cancelar discretamente la visita. Unas horas después fue firmemente desmentido por un comunicado de la embajada.

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