Empero, si se comparan los resultados con las expectativas de cada candidato y lo que prometían las encuestas, el panorama es muy distinto. La gran triunfadora es Le Pen, cuyo padre había logrado un 10 por ciento en el 2007 y hoy casi duplica esta fuerza; Sarkozy, que se hallaba cuatro puntos por debajo de Hollande, recuperó tres en las urnas; Hollande gana, pero por menos de los que se creía, y tanto Melenchon como Bayrou quedan con cifras inferiores a los pronósticos.
Así las cosas, mejoran para Sarkozy las perspectivas de repetir mandato en la segunda vuelta electoral el próximo 6 de mayo frente a Hollande. Para ello, deberá seducir a una parte del electorado de derecha de Le Pen. Es seguro que muy pocos de los ciudadanos que siguen las prédicas del viejo neonazi, depositadas hoy en su hija, votarán por los socialistas. Lo que no se sabe es cuántos preferirán a Sarkozy como la salida menos mala y cuántos optarán por quedarse en su casa o votar en blanco.
Hollande, a su turno, necesitará el apoyo de Melenchon y Bayrou. En teoría, la suma de los tres lo acerca al 50 por ciento. Pero no es posible endosar con tanta frescura los votos de la franja de izquierda y centroizquierda a un candidato que muchos consideran poco atractivo. Hollande deberá jugar vigorosamente la carta del temor a la extrema derecha a fin de movilizar una parte de ese 20 por ciento de franceses que, pudiendo hacerlo, no votaron.
Hace cinco años, la abstención fue inferior: 16 por ciento. Los socialistas creen que allí existe una pequeña bolsa de jóvenes escépticos que podrían decidirse a atajar a la derecha con su presencia. Son aquellos que a partir del 2006 han protagonizado varias jornadas de protesta -algunas violentas- contra las políticas de ajuste económico de Sarkozy. La idea es conmover a los que tiran piedra pero no votan para que esgriman la papeleta ante el peligro de que el régimen se incline aún más a la derecha.
Es de esperar que en los próximos quince días Sarkozy intensifique sus mensajes contra la inmigración, contra los sindicatos y contra el control europeo de sus fronteras (razón por la cual propone la posibilidad de autoexcluirse del tratado de Schengen durante un plazo sin consultar con Bélgica). Hollande, en cambio, podría marcar mayor distancia con Alemania y Ángela Merkel, socios de Sarkozy, unos vecinos de quienes recelan muchos franceses. También las autoridades de la Comunidad Europea verían con buenos ojos un gobierno que desde París hiciera contrapeso a la poderosa voz alemana en la entidad continental.
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