Podría ser bueno que los mercados financieros de repente se hayan dado cuenta de que la crisis de la eurozona está lejos de su final. Reformar las enfermas economías de Europa llevará años y habrá contratiempos en el camino. Las renovadas tensiones en los bonos patrióticos españoles e italianos, y en menor medida en los franceses, fueron un recordatorio de que la confianza es algo que los gobiernos deben ganarse cada día.
Sería mejor si la comprensión de que la crisis no va a desaparecer pronto ayudara a acabar con el furioso enfoque del "nunca es suficiente" para la austeridad que envuelve al euro: nunca suficientes recortes en el gasto, nunca suficientes subidas de impuestos. Los Gobiernos de la eurozona se están apresurando a cumplir con sus interpretaciones de las demandas de los inversores, en la creencia renovada de que los mercados les están enviando señales inteligibles. Los políticos están también obligados por el objetivo de la Comisión Europea, que sigue insistiendo en que las metas de reducción del déficit agregado se conseguirán, sin tener en cuenta los cambios en las expectativas económicas.
De ahí la determinación española por reducir el déficit presupuestario al 3% del PIB en 2013 pase lo que pase. Aunque todo el mundo sabe que el objetivo no se logrará, y lo que es más importante, no debería lograrse. Del mismo modo, los cuatro planes de austeridad de Italia en 18 meses traen más de 230.000 millones de euros de reducción del déficit en cuatro años, pero dos tercios vendrán de subidas de impuestos, que son menos amistosas para el crecimiento que los recortes estructurales en el gasto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario