La violencia en las ciudades y pueblos de Siria remitió considerablemente desde que la mañana del jueves entró en vigor el alto el fuego. Según los rebeldes sirios, cuatro personas murieron durante la jornada. Pero la estabilidad no parece que vaya a arraigar a corto plazo, a pesar de las iniciativas en Naciones Unidas para enviar una misión de observadores al país árabe que vigile la aplicación de la tregua.
En la mañana del viernes ya se habían producido los primeros enfrentamientos, aunque de escasa envergadura, entre soldados leales a El Asad y desertores de las fuerzas armadas en una población muy cercana a la frontera de Turquía.
A la salida de las mezquitas, tras la oración del viernes, decenas de miles de sirios siguieron en varias ciudades la consigna del Consejo Nacional Sirio, el organismo que aglutina a la mayor parte de la oposición contra la dinastía que gobierna Siria desde hace cuatro décadas. Algunas cadenas de televisión han retransmitido imágenes de manifestaciones en Homs, Hama y en algún barrio de Damasco, además de en otras localidades menores, como Hasaka, una ciudad kurda del norte de Siria. Según la agencia France Presse, soldados del régimen mataron a un hombre en Hama, a otro en Salqine (provincia norteña de Idlib) y a un tercero en Nawa, en la provincia sureña de Deraa, donde el 15 de marzo de 2011 comenzó la revuelta contra los El Asad.
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