Colombia cumplió con el compromiso de hacer de este, un encuentro que deja resultados concretos en lo fundamental y animó debates que parecían dormidos. Cartagena empieza a recuperar su tranquilidad luego de una semana de frenesí por cuenta de la Cumbre que congregó a los presidentes y primeros ministros de esta parte del mundo, desde Alaska hasta la Patagonia, 30 en total, con las excepciones de Ecuador y Nicaragua, aparte de Venezuela y Haití, representados por sus cancilleres.
La Heroica fue anfitriona de un evento que se lució por su organización, el comportamiento y paciencia de sus gentes y que alcanzó gran resonancia. Aparte de la presencia de los mandatarios, se dieron cita 700 de los empresarios más influyentes de la región y miles de personas más. Así que esta sexta convocatoria superó las expectativas y deja un punto alto para la siguiente, en Panamá, en 2015.
De cara a los objetivos que se trazó el Gobierno, el resultado fue muy satisfactorio. Comenzando porque la cumbre social puso en evidencia los desafíos que demandan nuestros pueblos y confirmó que las barreras que nos separan no pueden ser físicas ni ideológicas, mientras que las decisiones políticas no dan espera.
Haber reducido el número de pobres en América Latina en 10 puntos porcentuales en la última década, si bien es alentador, no es suficiente. La inequidad persiste en el continente y con ella, el descontento social. Tampoco es dable que miles de vidas y millones de dólares se pierdan por culpa de tragedias que se pueden prevenir y que suelen castigar con mayor rigor a los más necesitados.
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