- El trabajo 'indignado' se ha hecho fuerte en los barrios con asambleas locales
- Plataformas como Stop Desahucios y las 'mareas' beben de sus bases
- Han convocado tres grandes marchas y se han sumado a las sindicales
- El debate está ahora en el consenso y la necesidad de sumar fuerzas
Estaba latente; se elevaba a veces y, de pronto, comenzó a rugir con fuerza. Sus ecos tomaron las calles hablando de hartazgo, de conciencia y activismo por aquello del 'No nos representan'. Y alcanzaron a miles de personas, que abrían los oídos a medida que los decibelios iban subiendo. Era el inicio de un movimiento ciudadano que pilló a políticos y medios fuera de juego. Masivo e inesperado. Callejero. El 17 de mayo, dos días después de propagarse, unas 6.000 personas escuchaban la llamada en Sol. Después llegó el campamento y explotó el germen asambleario, elecciones municipales y autonómicas de por medio.
El 12 de junio, tras 25 días de acampada, se vació el símbolo Sol y la sintonía se orquestó en los barrios. Un año después, la banda ciudadana está convocada a volver a tocar con fuerza, pero, ¿qué ha pasado entre tanto?, ¿cómo ha evolucionado ese estado de conciencia al que hemos puesto etiqueta?
"Este es un movimiento muy heterogéneo, muy polarizado en la lucha", advierte Víctor Valdés, miembro de Juventud sin futuro, uno de los colectivos más activos tras el 15-M. Y divide el proceso en el tiempo: "De mayo a noviembre de 2011 fue un trabajo de acumulación de fuerzas, de puesta en común en las asambleas. Después ha llegado la reflexión sobre lo que está pasando y lo que estamos haciendo". Si algo han conseguido es unir en el descontento.
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