En un largo comunicado
emitido esta madrugada, Lance Armstrong, el ciclista que marcó una
época al ganar siete Tours de Francia seguidos, utilizó términos que no
cuadran con su vida de peleón irredento, dentro y fuera de la carretera,
términos como “pasar página”, que huelen a rendición, a impotencia. En
su comunicado, que dio inicio a un largo día “triste”, según del
director de la Agencia Antidopaje de EE UU (USADA), Armstrong anuncia que no habrá batalla jurídica, que no se defenderá de los cargos de dopaje
continuado a lo largo de toda su carrera desde que regresó tras vencer
al cáncer, en 1998, con que le acusa la USADA. Al renunciar a la vista
ante un tribunal arbitral, Armstrong, de facto, acepta la
acusación (aunque la niega vehemente en el texto de rendición), lo que
significa que acepta también el castigo que conlleva, la suspensión a
perpetuidad y la anulación de todos sus resultados logrados desde 1998
hasta 2011, incluidas las perlas de su corona, los siete Tours de
Francia (1999-2005), que le convirtieron en un ciclista único, y también
en el símbolo de los años más duros en la historia del ciclismo, los
años victoriosos de la EPO.
La renuncia de Armstrong se produce pocos días después de que un tribunal federal de Tejas le cerrara la última puerta para evitar comparecer ante los árbitros
de la USADA al rechazar su recurso contra la competencia de una agencia
nacional para juzgarle por unas acciones de carácter internacional.
Para Armstrong, el organismo que debería haber actuado contra él es la
Unión Ciclista Internacional (UCI): el que esta no lo hiciera
significaba, según la lógica de Armstrong, que no había motivos para
acusarlo de dopaje y de incitación al dopaje, los cargos por los que
será castigado, y que la acción de la Usada no era sino una pura caza de
brujas, tanto por estar dirigida individualmente contra él como por los
métodos utilizados.
La caza, de haber existido, duraba años. En agosto de 2005, pocas
semanas después de que desde lo alto de su séptimo podio en los Campos
Elíseos, Armstrong, que contaba entonces con 34 años, anunciara su
retirada, el diario L’Équipe logró hacerse con el resultado de
unos análisis efectuados a posteriori en su orina congelada del Tour del
99, su primera victoria. El resultado era positivo por EPO. Fue la
primera información que ligaba a Armstrong, el mito que había derrotado
al cáncer y al Tour, con el dopaje. La UCI no vio motivos para
sancionarlo, pero el flujo de la investigación en los asuntos oscuros de
Armstrong, no cesó de aumentar. Hace unos meses, después de que la
fiscalía de California archivara una primera investigación penal contra
Armstrong en febrero pasado, la USADA asumió la investigación
administrativa.
Mientras que sí que contó con el apoyo pleno de la Agencia Mundial
Antidopaje (AMA), que periódicamente recuerda que la USADA tiene
jurisdicción plena para perseguir el caso, la agencia norteamericana
prefirió no solicitar el apoyo de la UCI, organismo del que desconfía.
La razón principal, aparte del archivo del caso de la orina congelada,
está contenida en el email con el que Floyd Landis (excompañero
de Armstrong, ciclista desposeído por dopaje del Tour de 2006) reactivó
en la primavera de 2010 la caza a Armstrong, quien había regresado al
ciclismo un año antes (tercero en el Tour, su octavo podio). En aquella
carta, Landis, aparte de ofrecer detalladas informaciones sobre el
dopaje en el equipo, también revelaba que la UCI había pasado por alto
un positivo por EPO de Armstrong en el Tour de Suiza de 2001. Landis
recordaba cómo se lo contó Armstrong un día de confidencias. Aun negando
los hechos, la UCI reconoció, por su parte, que había aceptado una
contribución de varios miles de euros por parte de Armstrong para la
lucha contra el dopaje, con lo que se habían comprado una máquina Sysmex
para analizar sangre.
Fuente. DIARIO EL PAÍS DE ESPAÑA
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