Un año después del doble atentado en Noruega que acabó con la vida de 77 personas, el ultraderechista Anders Behring Breivik,
fue condenado a 21 años de prisión prorrogables por cometer "actos
terroristas". El tribunal lo consideró penalmente responsable. Tras
conocer el veredicto, el ultraderechista aseguró que no apelará,
como tenía previsto hacer en el caso de haber sido considerado
inimputable. El ya condenado pasará un mínimo de 10 años y un máximo
prorrogable de 21, la pena máxima prevista en Noruega, en prisión.
La juez Wenche Elizabeth Arntzen ha iniciado la lectura de la
sentencia contra el ultraderechista con la conclusión. Como pedía la
defensa, se considera que Breivik no sufre esquizofrenia paranoide y es plenamente imputable,
por lo que permanecerá encerrado en una cárcel en lugar de ser enviado a
un psiquiátrico. Se espera que la lectura de los detalles dure entre
cinco y seis horas.
La condena, adoptada por unanimidad, puede revisarse durante todo su transcurso y especialmente a los 10 años, pero su final no garantiza la libertad.
Si el recluso sigue siendo considerado peligroso, su reclusión puede
prorrogarse indefinidamente por periodos de cinco años, lo cual
equivaldría de hecho a una cadena perpetua. Dadas las dimensiones de los
atentados, y teniendo en cuenta las declaraciones del acusado durante
el juicio sobre que su objetivo el 22 de julio era matar a todas las personas presentes en Utoya,
al mismo tiempo que afirmaba que volvería a hacerlo; y de que no se
arrepiente de nada, que algún día quede libre parece una quimera.
Cierto alivio entre los supervivientes
En principio, Breivik, que llegó a la sala esposado, con traje negro,
camisa blanca y corbata oscura, y realizó un saludo ultra, no apelará
la decisión de los jueces, ya que su intención era que se le considerase imputable. Nada más conocerse el veredicto, sonrió y bebió un sorbo de agua. Entre supervivientes y familiares de víctimas pudo detectarse un cierto alivio.
Están convencidos de que Breivik permanecerá encerrado el resto de su
vida, pero deseaban evitar la apelación y que cada tres años volviese a
discutirse si está cuerdo o no, como habría ocurrido en caso de que el
tribunal hubiese aceptado la tesis de que padece una enfermedad mental.
Breivik ha comunicado a sus abogados en el segundo receso que no
apelará la decisión de los jueces, ya que su intención era precisamente
que se le considerase imputable.
"Es un peligro y debe mantenérsele alejado de la sociedad", ha declarado ante las cámaras de los medios noruegos Jon-Inge Sogn,
que perdió en Utoya a su hija Isabel, de 17 años. "Que se le declarase
responsable de sus actos o no daba igual. Pero quería esta sentencia
para no tener que aguantar la apelación y para que nadie intente cada 36 meses sacarlo de su celda".
En la misma línea se ha manifestado el danés Patrick Piscot, de 18 años, que logró huir de la matanza en un bote de remos: "Es mejor que lo envíen a la cárcel,
así nos libramos de tener que hablar de él cada vez que deban averiguar
si está loco. Aunque para mí Breivik ya no significa nada: es aire".
Para Per Anders Langerod, superviviente de 27 años, los detalles
resultan una cuestión menor: "Sólo deseo no encontrármelo un día por la calle".
Breivik tendrá ocasión de hacer una declaración sobre la sentencia cuando los jueces concluyan la lectura de las premisas de su decisión,
proceso que se espera dure entre cinco y seis horas. El asesino de
Utoya tenía preparados dos discursos. Uno en caso de que se le
considerase responsable de sus actos, como así ha sido, y otro en caso
contrario.
El ultranacionalista seguirá ahora encarcelado en la prisión de Ila, en las afueras de Oslo. Allí vive en total aislamiento y
tiene acceso a tres celdas contiguas de ocho metros cuadrados cada una.
Una está habilitada como gimnasio; otra, como despacho; y la tercera,
como dormitorio. El director de la cárcel confía en que a medio plazo pueda tener contacto con otros reclusos, pero de momento le van a construir una nueva unidad de alta seguridad exclusivamente para él.
Olvidarse del asesino "al menos durante 10 años"
Mette Yvonne Larsen, abogada de supervivientes y familiares de
víctimas, ha calificado la sentencia de «inteligente, independiente y
justa». Para sus clientes, ha explicado, «lo más importante no es dónde
vaya a estar Breivik en el futuro, sino que se le haga responsable de lo
que hizo ese día y que ahora puedan olvidarse de él durante al menos 10
años».
Existe todavía, no obstante, la posibilidad de que la acusación sí
apele contra la decisión del tribunal, para lo cual tiene un plazo de
dos semanas. Los fiscales pedían que el acusado fuese declarado no responsable de sus actos
y obligado a someterse a tratamiento psiquátrico. En ese caso, sería
recluido en una institución altamente protegida y su salud mental sería
examinada cada tres años.
Si se estimase que está curado, podría salir en libertad, aunque, en
la práctica, las posibilidades de que esto ocurra son casi nulas. Un
artículo de la ley noruega, raramente utilizado, pero que los expertos
consideran especialmente apropiado para Breivik, permite trasladar a
prisión a un paciente psiquiátrico dado de alta, siempre que se considere que existe un peligro real de reincidencia. En caso de apelación se celebraría un nuevo juicio, en la misma sala, a partir del 15 de enero de 2013.
Fuente. DIARIO EL MUNDO DE ESPAÑA
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