jueves, noviembre 22, 2012

Mursi, el padrino de un pacto de sangre


De su boca jamás ha salido el nombre de Israel pero este miércoles el presidente egipcio Mohamed Mursi se convirtió en el padrino y centinela de la tregua entre israelíes y palestinos. Su palacio cairota, la torre de marfil desde la que Hosni Mubarak colaboró con Tel Aviv para asfixiar a la Gaza de Hamas, es el nuevo cuartel de la diplomacia de Oriente Próximo.

Hillary Clinton, junto a Mohamed Mursi en El Cairo. | Efe
"Es una victoria parcial de Mursi. Le hubiera gustado tener la exclusividad para presentar un acuerdo mediado en El Cairo por Egipto, Qatar y Turquía y apoyado por Estados Unidos", matiza el politólogo Ghanem Nuseibe en declaraciones a ELMUNDO.es. La tregua, anunciada por los jefes de la diplomacia egipcia y estadounidense en una rueda de prensa conjunta, pone fin a ocho días de violenta escalada que se ha cobrado la vida de 155 palestinos y cinco israelíes.
Y ese pequeño paso –apenas empezar a desatar el nudo gordiano de un conflicto enquistado- coloca a Egipto en la arriesgada y ambiciosa posición de ser garante del porvenir del armisticio. Mursi, el primer presidente civil e islamista del país, cumple desde las 21.00 horas del miércoles (20.00 en España) el papel de árbitro que vigila el cese de las agresiones: Ni más cohetes de las milicias palestinas sobre el sur de Israel ni más bombardeos israelíes sobre el cielo de Gaza.
Mursi alcanza este lugar destacado y comprometido después de que El Cairo sirviera de centro de operaciones para unas intensas negociaciones indirectas. Su diplomacia, aplaudida por Barack Obama y el líder de Hamas Jaled Meshal, ha logrado una difícil pirueta: Ejercer su influencia sobre el movimiento islamista palestino -una costilla de los Hermanos Musulmanes a los que pertenece el 'rais'- y ganarse la confianza de un Israel receloso de su triunfo electoral el pasado junio.

Alejamiento de Irán

Arrancar el 'sí' de Hamas, que celebró como victoria propia un acuerdo que establece la reapertura de todos los pasos fronterizos, puede marcar también el principio del regreso a los orígenes. "Hamas está yendo cada vez hacia el paraguas de la Hermandad egipcia. Se está convirtiendo en la rama palestina de la Hermandad en lugar de ser únicamente un grupo de resistencia afín a la Hermandad", sostiene el analista.
Un movimiento sincronizado con el alejamiento de Hamas a la teocracia iraní. "Durante años –agrega Nuseibe- vieron esas relaciones con más necesidad que interés. Y ahora que la Hermandad es el partido gobernante en Egipto, Hamas tiene la confianza para regresar a su techo ideológico natural".
En los despachos de Tel Aviv, Mursi también gana enteros. No escatimó palabras para culparles de haber encendido la llama de la discordia con "la farsa de la agresión israelí", en referencia a la operación militar 'Pilar Defensivo'. Pero, publicitada su condena, se entregó a la faena de buscar la paz. Desfilaron por su corte el primer ministro turco, el emir de Qatar, la secretaria de Estado americana, el secretario general de la ONU, el ministro de Exteriores alemán y cancilleres árabes.
Y acalló a quienes vaticinaban que haría añicos el tratado de paz suscrito en 1979 con el "enemigo sionista". Lejos del tijeretazo, el Egipto de Mursi –con los servicios secretos muñendo el pacto entre bastidores- asumió "la responsabilidad y el liderazgo que siempre han hecho de este país uno de los pilares de la estabilidad y la paz regionales", como reconoció Hillary Clinton.

La amenaza de la incursión israelí

A diferencia de lo que ordenó Mubarak en 2008, su sucesor abrió el paso de Rafah cerrado desde el ataque del pasado agosto para evacuar a los heridos. Envió de emisario a Gaza al primer ministro, que se fotografió compungido con el cadáver de un niño palestino entre sus brazos. Y terminó colaborando a brazo partido con Estados Unidos, que tampoco ocultó su alianza con Israel al insistir en su derecho a defenderse.
El artífice del alto ha suspendido la amenazante movilización de decenas de miles de reservistas israelíes. Y ha alejado una incursión terrestre que habría desatado un terremoto en la calle árabe; abierto el camino hacia la ruptura de relaciones de El Cairo con Tel Aviv; y forzado una respuesta más severa de Amán, el último aliado árabe de Israel. Mursi ha ahorrado además las vidas que habrían segado las balas.
Pero juega con fuego, porque no es solo hacedor del documento sino también su garante. Si el armisticio resulta un fiasco, su crédito internacional también se resentirá. Y, en un país en plena mudanza y patas arriba, la diplomacia de Mursi recorrerá la corta distancia que separa el triunfo del fracaso.
Si sucede, tal vez comparta purgatorio con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina Abu Mazen, el gran derrotado de la tregua. "Ha brillado por su ausencia pese a que Clinton y Ban Ki-moon querían aparentar lo contrario visitándole en Ramala. El hecho es que es la primera vez que se firma un acuerdo entre Israel y Palestina con la ausencia total de la ANP", concluye Nuseibe.


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