jueves, mayo 23, 2013

“Queremos empezar una guerra en Londres esta noche”


Ingrid Loyau-Kennett, de 48 años, se encontraba en Woolwich, al sur de Londres, cuando dos extremistas islámicos acuchillaron hasta la muerte a un soldado. La mujer, madre de dos hijos, mantuvo la calma y entabló una conversación con los supuestos terroristas, que aún estaban armados y con las manos llenas de sangre, en una imagen que ha dado la vuelta al mundo.
Loyau-Kennett viajaba en un autobús y cuando vio la escena, se bajó para comprobar el pulso del soldado. "Al ser la líder de un club juvenil estoy preparada para los primeros auxilios así que en principio pensé que era un accidente".
"Entonces me acerqué y vi que no tenía pulso. No podía ver la cara del hombre pero tampoco nada que indicara que alguien había intentado decapitarlo. Tampoco había nada que sugiriera que era un soldado".
"Entonces un hombre negro con un sombrero negro y un revólver en una mano y un cuchillo de carnicero en la otra se acercaron. Estaba muy nervioso y me dijo que no me acercara al cuerpo". Loyau-Kennett asegura que no sintió nada especial en ese momento. "No tuve miedo porque no estaba borracho ni drogado, estaba normal. Podía hablar con el y él quería hablar así que eso es lo que hicimos".
La conversación se prolongó por más de cinco minutos, en los que otros viandantes fotografiaron a esta mujer de Cornualles dialogando con los atacantes. "Le pregunté por qué lo había hecho. Me dijo que lo mató porque era un soldado británico que mataba mujeres y niños musulmanes en Irak y Afganistán. Estaba furioso por la presencia del Ejército británico allí". Loyau-Kennett asegura que el terrorista le espetó: "Vamos a empezar una guerra en Londres esta noche".
"Entonces le pregunté qué iba a hacer porque la policía iba a llegar pronto. Dijo que era una guerra y que si la policía llegaba, iba a matar a los agentes. Estaba claro que era lo que quería hacer". Cuando el primero de los supuestos asesinos se fue "a hablar con otra persona", la mujer se dirigió al otro atacante. "Era más tranquilo y más tímido". Le preguntó si le quería entregar el arma, "aunque no quise decir eso". Entonces le preguntó si quería seguir adelante. "No, no, no", contestó el presunto terrorista.
"Entonces vi que mi autobús se movía y supuse que la policía estaría a punto de llegar". La testigo anunció a los terroristas que se iba y se montó de nuevo en el autobús. "Diez segundos después de subir al bus, vi un coche de policía y dos agentes, un hombre y una mujer, saliendo de él. Los dos hombres negros corrieron hacia el coche y los agentes les dispararon, creo que en las piernas", apunta.
"Vi al hombre con el sombrero negro gravemente herido, pero ambos seguían moviéndose", rememora. Entonces el autobús empezó a moverse. "Estoy feliz de haber conseguido hacer algo que puede que haya evitado más problemas. Me siento bien ahora mismo, pero supongo que la conmoción puede afectarme más adelante", concluye la mujer que conversó tranquilamente con dos personas armadas y con la sangre de un hombre todavía en las manos.
Entre las múltiples reacciones de condena por el crimen, incluida la de la asociación británica de musulmanes, llegó la de los más radicales. En medio del debate antiinmigración que se ha extendido por Reino Unido en las últimas semanas, alentado por el auge del partido aniteuropeo UKIP, militantes de extrema derecha se enfrentaron anoche con la policía antidisturbios en Woolwich. Además, dos hombres fueron detenidos en sendos ataques contra mezquitas.
Fuentes del Gobierno británico han confirmado oficialmente que la víctima era un soldado, y se han extremado las medidas de seguridad tanto en el número 10 de Downing Street, la residencia oficial del primer ministro, como en los principales cuarteles militares del país.
El primer ministro, el conservador David Cameron regresó precipitadamente a Londres desde París tras reunirse con el presidente francés, François Hollande, para presidir hoy la reunión de la comisión de emergencia Cobra. Entre los asistentes estarán el comisario de la policía Bernard Hogan-Howe, el director del MI5, el general Andrew Parker, la ministra de Interior Theresa May, el secretario de Defensa, Philip Hammond y el alcalde de Londres, Boris Johnson.

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