La mano que tendió el martes la presidenta Dilma Rousseff a las voces de la calle no bastó. La marcha atrás que dieron al día siguiente las alcaldías de Río de Janeiro y São Paulo para retirar la subida de los 20 céntimos de real (0,07 euros) en el transporte público, tampoco fue suficiente. Hasta 14 capitales y decenas de municipios han revocado en Brasil las subidas de los billetes. Pero nada de eso sirvió para deteneruna marea de más de un millón de personas que paralizaron el jueves por la noche las principales ciudades de Brasil. La cifra es muy superior a la de 230.000 personas del pasado lunes. Y en aquella ocasión ya se había batido el récord de asistencia a manifestaciones de agosto de 1992 contra el presidente Fernando Collor de Melo, quien terminó abandonando la presidencia al mes siguiente.
Tan sólo en Río de Janeiro se concentraron unas 300.000 personas, el triple que en aquella jornada. Y en São Paulo fueron 110.000; en Recife, 52.000. Empezaron todas de forma muy pacífica, pero quedaron empañadas por brotes de violencia. En Río, Porto Alegre, Salvador de Bahía, Campinas, Bélem y Brasilia, la policía tuvo que reprimir a varios grupos de radicales. En el municipio de Ribeirao Preto, a 313 kilómetros de São Paulo, un manifestante de 18 años murió atropellado y otros tres resultaron heridos cuando un conductor embistió una barricada para intentar cruzarla. En Brasilia, los agentes antidisturbios recurrieron a gases lacrimógenos para impedir la toma del Congreso. Horas después, la policía atajaba también la invasión y el intento de incendio del Palacio Itamaraty, sede del ministerio de Exteriores, diseñado por el arquitectoOscar Niemeyer.
Fracasó el intento del oficialista Partido de los Trabajadores (PT) de unirse a lo que pretendía ser una jornada festiva. En São Paulo, unos cien militantes del PT tuvieron que abandonar la protesta después de soportar durante más de dos horas insultos, la quema de una bandera del partido y agresiones físicas, informa María Martín.
La incertidumbre ante lo que puede suceder en los próximos días es tan grande que la presidenta, Dilma Rousseff, decidió cancelar un viaje a Japón que tenía previsto emprender el próximo lunes y convocó una reunión de emergencia para el viernes.
El Movimiento por el Pase Libre (MPL), el grupo que convocó todas las protestas, consiguió su objetivo de revocar las subidas. Pero laa victoria de la calle suscitan ahora nuevas preguntas difíciles de contestar. Ahí van algunas.
¿Qué hará el Pase Libre a partir de ahora? De momento, no perder el espacio que ganaron en la calle. Sus miembros llevaban días preparando una mega manifestación para el jueves 20 de junio. El objetivo era movilizar a un millón de personas. Así que, en cuanto las autoridades de São Paulo anunciaron el miércoles su marcha atrás, los 40 miembros orgánicos de este grupo en São Paulo se reunieron en el bar Abolición, cerca de la alcaldía, y cantaron la Internacional socialista para festejar la noticia. Tenían claro que la manifestación del jueves seguiría en pie.
Otra cosa quedó clara: seguirían luchando por el que ha venido siendo su gran objetivo desde la fundación del grupo en 2005: el acceso gratuito al transporte público. ¿Y cómo? En las redes brasileñas predomina una pregunta: ¿Cuándo será la próxima marcha? Muchos de los participantes en foros se inclinan por cederle esa decisión al Pase Libre. Pero el Pase Libre sólo decide la próxima fecha después de cada manifestación.
¿Durante cuánto tiempo continuarán teniendo tanto éxito las protestas? De momento, nadie podría arrojar con un mínimo de rigor una respuesta a esa pregunta. Pero ahí va una hipótesis: “Durarán, probablemente, hasta que se termine la Copa Confederaciones; o sea, hasta el 30 de junio”, indicó una fuente del Ayuntamiento paulista.
¿Con la bajada de tarifas, ganó el pueblo o el populismo? El miércoles por la mañana, seis horas antes de anunciar la retirada del aumento en el transporte público deSão Paulo, el alcalde de la ciudad, Fernando Haddad (del Partido de los Trabajadores), declaró: “La cosa más fácil del mundo sería contentar a la gente a corto plazo. Y tomar una decisión de carácter populista sin explicar a la sociedad las decisiones que uno está tomando”.
¿De dónde saldrá el dinero para subvencionar la revocación de las rebajas? Si ya eran difíciles de responder algunas de las preguntas anteriores, ésta se lleva la palma. En la letra pequeña del cheque tan generoso que las autoridades han extendido a los ciudadanos aún no aparece la respuesta. “Queremos que salga del lucro del sector privado”, se indicaba en una página que convocaba ayer en Facebook a la manifestación de Río.
Pero eso es precisamente lo único que hoy en día parece claro: el dinero no saldrá del sector privado. El gobernador de São Paulo ya advirtió el miércoles: "Vamos a tener que cortar inversiones porque las empresas (concesionarias) no tienen cómo asumir (los gastos de la suspensión del aumento)". El alcalde Haddad ya había avisado: “Estas decisiones traen su impacto. Existen peticiones de guarderías, hospitales… Demandas de las más variadas en la ciudad”. Y el miércoles añadió, sin dar más detalles, que abriría un debate con la sociedad para calcular las implicaciones de la revocación.
“La respuesta a esa pregunta es compleja”, admite el economista Caio Tendolini, quien participó en las últimas manifestaciones. “Pero cuando el alcalde habla de la salud y la educación trata de segmentar a la sociedad”. “En cualquier caso”, añade Tendolini, “la decisión ha de tomarse de forma transparente”.
¿Cómo afectarán las protestas a las presidenciales de 2014? Una encuesta oficial efectuada entre los días 8 y 11 de junio, cuando aún no se habían producido las manifestaciones masivas del lunes 17, reveló que la popularidad de Dilma Rousseff había caído ocho puntos, del 65% al 57%. La causa principal era el aumento de la inflación. Tras el inicio de las primeras protestas, Rousseff tardó diez días en referirse a ella. Pero después, tendió la mano a los manifestantes y su intervención fue decisiva para bajar las tarifas. El hecho de que el partido opositor PSDB también haya sufrido el desgaste con los excesos de la represión policial en São Paulo, podría beneficiar al Partido de los Trabajadores.
Las elecciones presidenciales están previstas para dentro de 15 meses, una eternidad en política. Para esa fecha, seguramente, los políticos brasileños seguirán con mucha más atención lo que se cocine en las redes sociales.
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