Lo malo de pasar mucho tiempo amenazando con irte es darle tanto tiempo a los demás ideas para despedirte. Eso parece desprenderse del ambiente algo cargado que hay fuera del Medi Clinic hospital de Pretoria en el que Nelson Mandela pasa ya su tercera semana de internamiento. Él lucha por su vida y el resto parece que comienza a entretenerse en cómo repartirse su legado. Tan reales son los millones de lágrimas que se derramarán en su muerte, como los arañazos que algunos darán por ponerse en la eterna foto.
Una buena imagen de esa lucha es lo ocurrido en las últimas horas en la puerta del hospital de Pretoria. Mientras su hija Makaziwe acusaba de "oler a racismo" la información de los periodistas extranjeros que "envuelven" literalmente el hospital, por tierra y aire, que las azoteas y balcones de las casas aledañas están ocupados por trípodes y cámaras, en la calle se sucedía una manifestación de duelo prelectoral.
Podía verse también entre los cientos de jóvenes seguidores camisetas con la cara del actual presidente y próximo candidato, Jacob Zuma. "Mandela es de Sudáfrica", ha reiterado recientemente la DA, principal partido en la oposición que sacó una campaña en la que se veía al líder abrazado a la blanca HellenSuzman, relacionada con su partido y luchadora reconocida contra el apartheid, para intentar sacar también tajada de la inmensa figura de Madiba.
Aquello provocó la ira de un ANC que desde todos sus estamentos se encargó de recordar que el ídolo es de su propiedad.
Ayer, en la puerta del hospital el gesto era más que evidente. Los chicos cantaban y cantaban hasta emocionar por una larga marcha de color amarillo, colores del ANC, que deambulaba por las calles pidiendo salud y votos. Y mientras, la familia parece hartarse de la presión que reciben de los medios.
Todo se graba y todo se sigue. Las actualizaciones del estado de Mandela se suman a la larga lista de "parece que ya" que se han vivido en las últimas tres semanas. Ayer, las palabras del Gobierno y la familia se interpretaban ya bajo el prisma del vaso medio vacío o medio lleno que precede a la locura informativa.
"Está en estado crítico y el desenlace puede ser inminente", decía su hija Makaziwe lo que desataba las alarmas. Luego decía también que "responde al tacto, abre los ojos y parece estable", lo que desataba el optimismo. El Gobierno, en su último comunicado, reconocía una mejoría dentro de la gravedad.
Sigue también el culebrón familiar en esta larga espera. Este parece más complicado de solucionarse ya que el clan Mandela es extenso y variopinto. En estas tres semanas de espera han tenido también tiempo para preparar y volver a preparar el funeral. Los medios recogen los preparativos de una tumba en la que se habla de un nuevo panteón familiar en el que habría que exhumar de nuevo los restos de sus tres hijos para devolverlos a Qunu, donde está previsto que sea enterrado Mandela.
La idea es que descansen todos juntos, pero el problema es que su nieto Mandla, sucesor en la jefatura tribal de su abuelo, decidió en 2011, sin consultar a la familia, llevar los restos de los tres hijos ya fallecidos de Mandela de Qunu a la localidad natal de su abuelo, Mvezo. Ahora, parece que se ha decidido que Madiba sea enterrado en Qunu y hay que volver a llevar los restos de sus hijos allí para que descansen junto a su padre. Todo este proceso, por supuesto, ha tenido unos cuantos titulares de enfrentamientos en los medios.
En todo caso, parece que todo debe ocurrir y ya hay muchas voces que aquí en Sudáfrica piden que se le deje marchar en paz. "Ya hizo todo lo que tenía que hacer", dicen los pocos que creen que su obra está terminada y no necesita para que perviva su ya débil mirada. "Él es un luchador y luchará hasta el último momento", recuerdan los que creen que el mundo después de Mandela será un poco más difícil de entender.
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