Un hecho nuevo surgió ayer en la convulsa y por ahora victoriosaprotesta callejera de Brasil: a ella han empezado a sumarse las gentes pobres de las favelas que hasta ahora eran sólo testigos de la revuelta organizada más bien por gentes de la clase media.
Mil personas de una de las favelas más emblemáticas de Río, la de la Rocinha bajaron hasta el barrio noble de la ciudad, Leblón, acompañados por policías que no necesitaron actuar porque losfavelados dieron un ejemplo de ciudadanía con una marcha pacífica. A los mil de la Rocinha se le unieron por el camino otros 1.500 de otra favela y juntos se dirigieron a la residencia del gobernador de Río, Sérgio Cabral que desde el viernes pasado no duerme en su casa donde un grupo de manifestantes ha colocado sus tiendas de campaña.
Con sus pancartas pidiendo paz, hicieron sus reivindicaciones y se volvieron ordenadamente a sus casas sin haber roto un plato. Tocó a la joven estudiante de 21 años, Erica dos Santos, presentar sus reivindicaciones que se unieron al mar de peticiones de la protesta nacional. Al contrario de lo que se decía acerca de que el Estado se había volcado en obras sociales en la favela de la Rocinha hoy destino hasta del turismo internacional, sus habitantes desmintieron la versión idilíaca del Gobierno.
“Cuando Dilma estuvo en la favela nos prometió mejoras en las infraestructuras de sanidad pública, y no se han realizado; la guardería no funciona, y en el puesto de salud pública la atención a los enfermos es pésima”, rezó la joven en nombre de la favela.
Reivindicaciones concretas, puntuales, sin un hilo de imposibles utopias que hacían eco a las protestas generales El despertar de la favela a la protesta nacional es un hecho nuevo que puede ahora asustar a la clase política y desmiente el hecho de que los pobres, agradecidos por lo que han recibido estos años de los gobiernos progresistas de Lula y Dilma, no se sumarían a las quejas de la clase media.
Han empezando a hacerlo. Y con la sorpresa de su actitud dialogante y pacífica, aunque se trata de gente dura, acostumbrada a que las balas les silben por encima de sus cabezas, que de no ser escuchada podrían mostrar con mayor fuerza que la clase media su rabia acumulada en una larga historia de abandono. Por ahora, su primera actuación ha sido un ejemplo para todos. Una lección de protesta pacífica llegó de donde menos se esperaba. Una de las mil paradojas de este despertar de Brasil.
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