El ala más afin al Tea Party, muy crítica con la intromisión del Gobierno en la vida pública, y los miembros más progresistas de la bancada demócrata, que nunca han ocultado su incomodidad con la excesiva intromisión en la intimidad de los programas de inteligencia, se aliaron el miércoles para votar a favor de una enmienda presentada por elrepresentante republicano Justin Amash para prohibir a la NSA la recopilación de llamadas de ciudadanos que no sean objeto de una investigación judicial bajo la Ley Patriótica, lo que, de facto, hubiera supuesto la práctica desmantelación del programa, dado que sólo puede operar al amparo de esa legislación. En el bando contrario, 83 demócratas, incluida la líder de la formación en la cámara Baja, Nancy Pelosi, se aliaron con 134 republicanos para derrocar la proposición.
La ofensiva desplegada por la Casa Blanca, los máximos responsables de la inteligencia de EE UU y los presidentes de los comités de Inteligencia de ambas cámaras demuestra la transcendencia de esa votación. En los días previos al debate, el portavoz de la presidencia y el director nacional de Inteligencia advirtieron de la importancia de los programas de la NSA en sendos comunicados y el máximo responsable de la NSA se reunió de urgencia con los legisladores en el Capitolio para tratar de convencerles de que no aprobaran la medida.
Esta presión dio sus frutos y otorgó a los defensores de los programa de la NSA su primera victoria en la Cámara de Representantes. Pero la pugna del miércoles se repetirá en los próximos meses en el Senado. Allí Mark Udall y Ron Wyden, dos senadores que han mostrado sus recelos hacia las prácticas de espionaje del Gobierno, retomarán el debate. “El voto bipartito de la cámara baja debe ser una llamada de atención para la Casa Blanca”, advirtió Udall. Ambos legisladores incluyeron sus firmas entre las de otros 24 senadores que a finales de junio enviaron una carta al director nacional de Inteligencia para cuestionar el “entramado legislativo secreto” que, sostienen, la Administración Obama está creando alrededor de sus programas de espionaje.
La división en el Congreso refleja la fragmentación de la sociedad estadounidense sobre la vigilancia del Gobierno. Una encuesta de la CBS publicada el pasado miércoles señalaba que el 67% de los consultados creía que la recopilación de llamadas era una violación de la privacidad, mientras que el 52% consideraba, sin embargo, que era una herramienta eficaz para luchar contra el terrorismo.
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