miércoles, junio 08, 2005

La agonía de Bolivia

De esto se ocupa el editorial del diario El Tiempo de Colombia. Un buen análisis que recomiendo leer. Pocas veces en su historia, Bolivia había estado tan cerca de una fractura como se encuentra ahora, en medio de una rebelión indígena y campesina que paralizó al país, obligó a renunciar por segunda vez –ahora sí en serio– al presidente Carlos Mesa y amenaza con arrasar el Poder Legislativo y reemplazarlo por una asamblea constituyente. Pocas, también, se había manifestado tan claramente el enfrentamiento de las dos Bolivias, la de los nueve millones de indígenas y campesinos pobres del altiplano y la de los dos millones de prósperos pobladores de las tierras bajas, de raigambre europea, cuyas diferencias han conducido a la nación andina a una de las peores encrucijadas de que se tenga memoria. La manzana de la discordia es el control de las enormes reservas de hidrocarburos, que el movimiento indígena, dirigido por el líder cocalero Evo Morales, exige nacionalizar, mientras la dirigencia de las ricas provincias orientales de Santa Cruz y Tarija, donde se concentran esas reservas y la principal capacidad manufacturera y agrícola boliviana, quiere ver administradas con el concurso de las compañías petroleras, como la brasileña Petrobras y la española Repsol, que han invertido allí más de 3.500 millones de dólares desde 1997. En la balanza de esta lucha pesa, tanto como la movilización indígena, el reclamo de autonomía de aquellas provincias, que defienden la globalización y se oponen al predominio de los primeros en la conducción de la economía. Atenazados por las dos fuerzas, el Ejecutivo y el Congreso han sido impotentes para atender los reclamos de las dos partes: no en vano dos presidentes, Mesa y su antecesor, Gonzalo Sánchez de Lozada, han tirado la toalla en menos de dos años.En un intento por paliar la crisis, el Congreso aprobó y Mesa sancionó el mes pasado una ley que elevó del 18 al 50 por ciento el impuesto a las compañías petroleras, pero esto solo acrecentó el descontento de las dos partes. Y como si faltaran ingredientes, Estados Unidos ya está hablando de influencia chavista en el movimiento indígena. Sea de esto lo que fuere, la realidad es que Bolivia se debate entre dos propuestas incompatibles de lo que debe ser el Estado y de cómo debe organizarse la sociedad en un país que ostenta el mayor nivel de pobreza de América del Sur, aunque siempre ha poseído enormes riquezas: desde las fabulosas minas de plata de Potosí, explotadas por el imperio español, y la poderosa minería del estaño en los dos siglos anteriores, hasta las enormes reservas de petróleo y gas que hoy están en juego. La forma en que se resuelva esta disputa no podrá ser ajena a sus vecinos, pues una fragmentación de Bolivia solo traería consecuencias negativas para todos.

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