El prestigioso y destacado sociólogo francés Alain Touraine Académico de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Francia, ha escrito el siguiente ensayo que publicó hoy el diario El Clarín de Buenos Aires:
La elección de Michelle Bachelet para la presidencia de Chile ha suscitado reacciones tan entusiastas que es preciso buscar explicaciones que puedan iluminar la situación de otros países.No se puede separar su nombre del de Ricardo Lagos, presidente durante los seis últimos años, aclamado al final de su mandato con gritos de "2010" —las próximas elecciones presidenciales— y que conserva una popularidad de más del 70%. Bachelet era prácticamente desconocida cuando lanzó su candidatura, pero desde su elección es la imagen de una mujer y ciudadana que se ha impuesto a una clase política desgastada. A muchos les ha fascinado su capacidad de hablar y actuar sobre todos los problemas importantes con un vigor que demuestra su identificación con las esperanzas de la gente. El tema de la llegada al poder de las mujeres ha tenido más importancia de la que se preveía. Sobre todo porque se ha apresurado a aplicar el principio de paridad a su nuevo gobierno, e incluso lo ha introducido en los niveles superiores de la administración. Pero las mujeres tienen aquí un significado que no se reduce a ellas mismas: son la seña de identidad que asume una población cuyas preocupaciones más directas y más privadas han invadido el ámbito público. La victoria de Bachelet y la presencia de los temas femeninos han supuesto un cambio radical de las relaciones entre la población y el sistema político. ¿Pero no es la crisis de dichas relaciones y, por consiguiente, la de la democracia representativa, uno de los grandes problemas de las democracias actuales? El hecho de que la victoria de Bachelet tenga un carácter tan personal inquieta a los dirigentes políticos, temerosos de que esta relación directa entre la presidencia y el pueblo vaya en detrimento de los partidos. Pero los más inteligentes saben perfectamente que son los propios partidos políticos los que se han debilitado a sí mismos y necesitan una renovación que la nueva presidenta podrá facilitar. Chile estaba convencido de que existía una contradicción invencible entre las exigencias de la economía y las necesidades de la justicia social. Todavía estaba viva, como en otros muchos países, la tesis de los partidarios más radicales de la teoría de la dependencia: la globalización económica hace aún más difícil la introducción de reformas sociales en el ámbito nacional. Es una idea que, como en otros lugares, produjo cierta impotencia. Había que hacer desaparecer la conciencia de esta contradicción para que volviera a ser posible emprender acciones de reforma. El mérito inmenso de Lagos fue el de dirigir la economía de su país —que siempre ha sido una economía abierta— en el contexto mundial actual, y, al mismo tiempo, impulsar constantemente proyectos de reforma social, visibles especialmente en la desaparición de la indigencia y la reducción de la pobreza a la mitad, lo cual demuestra que se equivocan quienes piensan que no se puede hacer nada en una economía globalizada. Durante muchos años, Chile se encerró en un silencio voluntario, porque estaba en el aire el peligro de volver al enfrentamiento directo entre una dictadura siempre dispuesta a retomar el poder y una oposición propensa a las formas más extremas de acción. Fue Lagos quien debilitó este conflicto y logró acostumbrar a sus conciudadanos a que se podían desear reformas sin poner en tela de juicio un sistema económico mundial que depende tan poco de Chile como de otros países pequeños y medianos. Podemos confiar en que, a partir de ahora, la opinión pública internacional que seguía asociando Chile con el nombre de Pinochet se dé cuenta de que este país se ha deshecho de sus demonios y sus temores. El llamativo contraste entre la voz omnipresente de los desaparecidos argentinos y el silencio que existía a propósito de las víctimas chilenas lo había roto ya Ricardo Lagos al anunciar la apertura de expedientes individuales para cada una de esas víctimas. Es de esperar que ahora se abran rápidamente los archivos que aún no son públicos y que todos los ciudadanos de este país recobren la memoria. Todas las circunstancias son propicias para el éxito de un país que ya ha logrado la victoria más importante al superar un enfrentamiento entre extremos que lo tenía paralizado y recuperar la confianza en sí mismo, sin la que no es posible emprender ningún tipo de reforma. Habrá numerosos obstáculos en el camino de la presidenta, pero no habrá marcha atrás. La caída del Muro de Berlín y el sistema soviético no terminó con el pensamiento bipolarizado, que provoca todavía una parálisis demasiado grande porque impide cualquier alianza, cualquier compromiso, cualquier reforma, y sólo combina declaraciones totalmente radicales con políticas inmóviles. Por eso lo que acaba de suceder en Chile tiene una importancia no sólo continental, sino mundial, y la comunidad internacional tiene que aplaudir la extraordinaria recuperación de Chile llevada a cabo por Ricardo Lagos. Es esa recuperación, esa auténtica liberación, la que explica hoy que Michelle Bachelet, víctima de la dictadura e hija de un general fusilado por el Ejército, pueda ponerse a la cabeza de un país reconciliado, aunque la lucha política siga viva, un país en el que las Fuerzas Armadas, de acuerdo con el general Cheyre, han reconocido su sometimiento al poder político legalmente constituido.
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